Mis experiencias religiosas.


Estas experiencias están divididas en dos partes, una es el paso del cristianismo al ateísmo y la otra es la vuelta del ateísmo al cristianismo.


Del cristianismo al ateísmo

Estas experiencias tuvieron lugar en la década de los años 1950 al 60.

Mis problemas con la religión empezaron al terminar la carrera. Se me estaba acabando el dinero para pagar los estudios y no tenía ingresos por ninguna otra parte. Necesitaba hacer algo para obtener ingresos y resolver mi situación económica. Decidí gastar lo poco que me quedaba en preparar unas oposiciones a Inspector de Hacienda, y me dediqué en cuerpo y alma a su preparación. Todo el tiempo me parecía poco para preparar estas oposiciones que tanto necesitaba. En esta situación un domingo, estando en misa, empecé a pensar si los que íbamos a misa éramos mejores que los que no iban, y como no apreciaba ninguna diferencia empecé a preguntarme si el ir a misa valía para algo. Dándole vueltas en la cabeza a esta idea llegué a la conclusión de que estaba perdiendo el tiempo yendo a la iglesia.

Pensaba: ¿Puede un Dios inteligente y justo crear hombres para atormentarlos eternamente en el infierno? ¡Qué monstruosidad! Y lo de la redención por parte de Cristo ¿no es esto otra incongruencia mayúscula? ¿Se puede admitir que un Dios tenga que castigarse a sí mismo con sufrimientos horribles para darse por pagado de las injurias que le hicieran Adán y Eva? ¿No es esto algo que repugna a la inteligencia humana? Si los hombres hemos pecado lo justo es que paguemos nosotros por ello, y si no podemos pagar lo lógico es que nos perdone, pero no que cometa el disparate de someterse él a las torturas para pagarse por lo que hicieron nuestros padres. Después de todas estas y otras reflexiones parecidas, vi muy claro que este Dios que anuncia la Iglesia no podía existir. Consecuente con estos pensamientos abandoné toda creencia religiosa, y dediqué todo mi tiempo a preparar las oposiciones. ¿Y qué pasó con éstas? Que después de estar preparándolas varios meses cuando ya faltaba poco tiempo para los exámenes caí muy enfermo, con peligro de muerte según el médico. Se me pidió por el médico que abandonara las oposiciones y me volviera al pueblo para tratar de reponerme de la grave enfermedad.

Ante la gravedad de la situación pedí un confesor pero no con idea de confesarme si no para ver si podía convencerme de la existencia de Dios, y como sus explicaciones no dieron el fruto esperado yo me negué a aceptar la confesión que se me ofrecía, decidido a morir en el ateísmo convencido de no encontrarme después de la muerte con ningún Dios. Además, pensaba, caso de que lo haya no podrá condenarme por yo no veía que estuviera haciendo mal a alguien. ¡Qué errores cometemos cuando Dios nos deja solos!.


Cómo volví al Cristianismo

Mientras preparaba las oposiciones de Hacienda me había presentado a otras del Banco de Bilbao sin prepararlas, y en contra de lo que esperaba las aprobé con los estudios que tenía. Esto cambió mi vida, porque al no poder hacer los exámenes de Hacienda decidí aceptar el puesto que me ofrecían en el Banco y me trasladé a Bilbao que es donde me habían destinado. Aquí busque una pensión, pero a los dos o tres meses de estar allí tuve que buscarme otra con urgencia para salir de aquel ambiente; la dueña de la nueva pensión tenía un hijo que era miembro de un centro de Acción Católica y como yo todavía no tenía amigos para salir empecé a visitar este centro con este chico y allí me hice amigo del presidente y del secretario del centro que eran de mi edad. Esto fue el principio de mi vuelta a la iglesia. Aquí me di cuenta del error que estaba cometiendo al juzgar a Dios con la lógica de los hombres, cuando a Dios es en todo completamente diferente a los hombres: no tiene materia como nosotros, es espíritu, sus conocimientos y su poder son infinitamente superiores a los nuestros. ¿Cómo entender a alguien que es tan distinto a nosotros? Y si no podemos entenderlo ¿como podremos juzgarlo?


Otras nuevas experiencias. Crisis de oración.

Estas experiencias ocurrieron en Salamanca muchos años después de lo sucedido en Bilbao. Sería la década de 1980 cuando parece que se dieron cita todos mis problemas para interrumpir mi pacifica existencia. Empezaron estos problemas cuando tuve que hacerme cargo de la dirección de una empresa dedicada a las finanzas creada por unos amigos.

Ocurrió que el presidente de esta empresa dijo que se marchaba para colocar su dinero en otra que le daba mejores rendimientos; al marcharse me tocó a mi sustituirlo por ser el miembro del Consejo de Administración con mayor edad . Al hacerme cargo de la dirección lo primero que hice fue revisar la contabilidad y descubrí, con sorpresa que entre el Presidente saliente y el Director Gerente habían hecho operaciones fraudulentas por valor de mas de cien millones de pesetas dejando a la empresa en situación de quiebra. Nadie nos explicábamos como la empresa podía estar dando beneficios en aquella situación, pero así era. Al descubrir el fraude convoqué a Junta general a los accionistas para informarles de la verdadera situación en que nos encontrábamos, y aquí empezó mi calvario. Varios accionistas me acusaron de haberme llevado el dinero que faltaba, y me amenazaron de muerte si no lo devolvía.

Al mismo tiempo que esto ocurría en nuestra empresa, en la otra, donde yo trabajaba decidió el Presidente trasladar su dirección general de Salamanca a Madrid, y se nos obligaba a trasladarnos a esta capital a todos los que formábamos parte de dicha dirección. Este traslado afectaba a toda mi familia y esto me ocasionaba graves problemas. Para no trasladarme a Madrid tuve que renunciar a mi puesto en la dirección.

La empresa nombró otro director de informática para sustituirme y el nuevo director, creo que mal aconsejado por algunos de mis propios compañeros de trabajo decidieron anular todo lo que yo tenía planificado e implantar un nuevo o sistema informático que, según ellos, resultaba mas ventajoso para la empresa. Con esto yo quede apartado de la Dirección general y relegado a un nivel inferior en la escala de mandos de la empresa.

¿Qué se puede hacer uno cuando ya no se ven remedios humanos a nuestros males? En estos casos se recurre a Dios pidiendo la ayuda divina, y esto es lo que hice yo recurriendo al Dios de Jesucristo confiando en su palabra de “Pedid y recibiréis”. Pero la realidad no parecía estar de acuerdo con esa bonita promesa. Yo pedía y pedía y nadie me respondía, y cuanto más pedía peor iban todas las cosas. Esto me produjo un gran miedo a rezar porque tenía la sensación de que cosa que pedía cosa que sucedía al revés.

Después de algunos meses sufriendo este calvario acabó todo un día oyendo misa en la iglesia de los Carmelitas descalzos. Siguiendo las oraciones que dice el celebrante en la misa, de repente empecé a notar una inmensa felicidad sin saber cómo ni por qué era aquel cambio tan repentino. ¿Qué me estaba pasando? Desde ese día el consuelo y el gozo en la oración volvieron a estar presente en mis oraciones hasta que una noche sucedió algo que hoy creo fue un encuentro con Dios. El hecho corrió de esta manera:


El encuentro con Dios.

Desde aquel día de la misa en los Carmelitas, y durante algún tiempo, me emocionaba al rezar, sin poder, ni querer, contener aquella emoción que me embargaba, y ocurrió que una noche, estando en oración, despierto, no dormido, tanto creció aquella emoción que sentí como si saliera de este mundo y me entrase en otro diferente. En esta nueva situación vi a lo lejos algo así como un sol cuya parte central estaba oscurecida. De ese anillo luminoso partía una fuerza tan grande que me arrastraba hacia sí, sin poder evitarlo. Me sentía atraído hacia ese círculo como el imán atrapa al hierro y lo une a sí mismo. También yo caminaba así como si fuera a unirme con dicho circulo. Cuanto mas me iba a cercando a él mas iban creciendo mis sentimientos de respeto, de temor, de amor y de felicidad, todo mezclado en grado sumo, algo indescriptible que solo puede sentirse, pero no describirse con palabras. Así hasta decir: Basta Señor que mi corazón ya no puede aguantar más felicidad. Sentía dolor en el corazón como si fuera a estallar. Pero lo que más huella ha dejado en mi alma ha sido la extraña alegría sentida durante ese tiempo que no se parecía a ningún tipo de alegría sentido antes, y el gran respeto sentido hacia el nombre de Dios cuando creía estar ante su presencia.

Estaba a punto de pedir que me dejaran allí, pero en aquel momento cruzó por mi mente un pensamiento de que tenía que volver a la tierra y asentí sin reparos. ¿Fue esto un sueño bonito? No, estoy seguro de que todo esto ocurrió fuera del sueño. ¿Y qué fue de aquellas oraciones que Dios parecía no escuchar? Sinceramente creo sí las escuchó y las atendió, no como yo las esperaba , pero sí de forma eficaz.

En la empresa donde trabajaba habitualmente fracasó el proyecto que eligieron para reemplazar al mío y volvieron a implantar todo como yo lo tenía planificado quedando demostrada así mi profesionalidad y mi competencia en el trabajo, y en cuanto a la empresa formada con los amigos también quedó demostrado en los juzgados que la estafa procedía del Presidente anterior y del Gerente. Y ¿qué ha pasado con mi fe en Dios y mis relaciones con él? Estas se han visto muy reforzadas, porque el Dios revelado en el encuentro nos da certezas que no se encuentran en el Dios que imaginamos antes del encuentro. Esto es lo que nos lleva al cambio de vida. Dios no siempre habla con palabras, habla con sentimientos que todo el mundo entiende.