Encuentros con Dios en la época actual


Un encuentro con Dios es un acto en el que una persona se encuentra con Dios (o con Cristo, que es lo mismo). Esto no quiere decir que en estos encuentros nos veamos cara a cara con Dios o con Cristo. Entonces tu preguntarás que cómo podemos decir que es un encuentro con Dios y no con algo o con alguien ficticio fabricado por nuestra imaginación. Reconocemos que es un encuentro con Dios por la forma en que se produce el encuentro y por los efectos que produce en nuestras vidas. En todo encuentro con Dios hay signos evidentes de ser un hecho fuera de la vida normal de los hombres y marcan un antes y un después en las personas que lo viven; el encuentro nos cambia la vida porque nos confirma la existencia de Dios y nos lleva a comprender cosas que antes no comprendíamos de él: cómo es su poder, su sabiduría, a su amor por nosotros etc. etc., pero creo que más que disertar sobre que es un encuentro será mejor poner algunos ejemplos de cómo se producen estos teniendo en sobre esto nos ayudara os ayudará escuchar lo dicen quienes han tenido estas experiencias.

Tenemos ejemplos de encuentros con Dios de muchas clases, de muchas formas y a muchas personas. En el Antiguo Testamento tenemos la revelación a Abraham, a Moisés, a los Profetas y un montón de personas con nombres y apellidos que nos cuentan como han vivido ellos esos encuentros.Igualmente en el Nuevo Testamento tenemos muchos ejemplos de encuentros de Cristo con la gente: con sus discípulos, con Zaqueo, con la Samarita, con ciegos, con sordos etc. etc. Y qué pasa hoy con Dios y con Cristo, ¿se han acabado ya estos encuentros? No, hoy sigue habiéndolos como en cualquier otra época. Estos encuentros que empezaron con Abraham sigue habiéndolos sin interrupción desde hace más de cuatro mil años hasta hoy siglo XXI. ¿y todo esto para que? Para que los hombres no nos olvidemos nunca de quien es nuestro Dios, y gracias a esto los hombres nunca hemos dejado de creer en el Dios de Dios de Abraham.

Si esto hubiera sido una invención humana y Dios no hubiera seguido dando señales de vida ha tiempo que este Dios habría desparecido de la faz de la tierra.

Dicho esto pasamos ya a contar algunas historias narradas directamente por sus protagonistas.


Paul Claudel

Paul Louis Charles Claudel Nació en 1868 y murió en 1955. Licenciado en Derecho y en Ciencias Políticas; después empezó la carrera diplomática, representando a su país (Francia) brillantemente por todo el mundo.

Él mismo narra muchos años después lo que le sucedió a aquel muchacho llamado Paul Claudel el 25 de diciembre de 1886: “Fuí a Notre-Dame de París para asistir a los oficios de Navidad. Entonces empezaba a escribir y me parecía que en las ceremonias católicas, encontraría un estimulante apropiado y la materia para algunos ejercicios decadentes (no creía en la religion). Después, como no tenía otra cosa que hacer, volví a las Vísperas. Yo estaba de pie entre la muchedumbre, cerca del segundo pilar a la entrada del coro, a la derecha del lado de la sacristía. Entonces fue cuando se produjo el acontecimiento que ha dominado toda mi vida. En un instante mi corazón fue tocado y creí. Creí, con tal fuerza de adhesión, con tal agitación de todo mi ser, con una convicción tan fuerte,

¡Dulce emoción en la que, sin embargo, se mezclaba un sentimiento de miedo y casi de horror ya que mis convicciones ateas permanecían intactas! Dios las había dejado desdeñosamente allí donde estaban y yo no veía que pudiera cambiarlas en nada. La religión católica seguía pareciéndome el mismo tesoro de absurdas anécdotas. Sus sacerdotes y fieles me inspiraban la misma aversión, que llegaba hasta el odio y hasta el asco. El edificio de mis opiniones y de mis conocimientos permanecía en pie y yo no le encontraba ningún defecto. Lo que había sucedido simplemente es que había salido de él. Un ser nuevo y formidable, con terribles exigencias para el joven y el artista que era yo, se había revelado, y me sentía incapaz de ponerme de acuerdo con nada de lo que me rodeaba.

Esta resistencia duró cuatro años. Me atrevo a decir que realicé una defensa valiente (de mis convicciones ateas). Y la lucha fue leal y completa. Nada se omitió. Utilicé todos los medios de resistencia imaginables y tuve que abandonar, una tras otra, las armas que de nada me servían. Esta fue la gran crisis de mi existencia, esta agonía del pensamiento sobre la que Arthur Rimbaud escribió: "El combate espiritual es tan brutal como las batallas entre los hombres. ¡Dura noche!". Los jóvenes que abandonan tan fácilmente la fe, no saben lo que cuesta reencontrarla y a precio de qué torturas.

La misma noche de ese memorable día de Navidad, después de regresar a mi casa por las calles lluviosas que me parecían ahora tan extrañas, tomé una Biblia protestante que una amiga alemana había regalado en cierta ocasión a mi hermana Camille. Por primera vez escuché el acento de esa voz tan dulce y a la vez tan inflexible de la Sagrada Escritura, que ya nunca ha dejado de resonar en mi corazón” (Los parrafos entrecomillados son tomados del Paul Cladel en Mi conversión". 10-13.)



Alexis Carrel

Científico, premio Nobel de filosofía y medicina. En 1903, cuando Alexis Carrell tenía treinta años era ya un científico afamado. Se le presentó la oportunidad de ir a Lourdes con un tren de enfermos, Aceptó con entusiasmo porque, siendo científico, quería examinar seriamente a los enfermos para ver de cerca si realmente, como aseguraban, eran ciertos los llamados "milagros" de Lourdes. Durante el viaje de ida en tren se le encomienda a Alexis Carrel, el cuidado de una joven enferma desde hacía ocho meses, Marie Bailly, que sufría una peritonitis tuberculosa que la acercaban al fin de su vida, tanto que se temía que muriese durante el viaje. Él despreciaba el fanatismo de los peregrinos, de los sacerdotes de inteligencia obtusa, adormecidos en su beata fe. Justo durante el viaje, tuvo una discusión sobre el fenómeno Lourdes y sus milagros. Al final de una de ellas, habla precisamente con Marie Bailly, y concluye: "Está en un estado dramático. He debido inyectarle cafeína. Temo que se me muera entre las manos: si se curase esta enferma sería verdaderamente un milagro. Lo creería y me haría fraile".

Llegados a la Gruta de las apariciones los enfermos, a las 14`40 de la tarde, están dispuestos de una manera ordenada, para unas instrucciones acompañadas de cantos e invocaciones. Alexis Carrel tiene ante sí la camilla con Marie Bailly, que tiene un aspecto totalmente cambiado: los reflejos morados han desaparecido, está menos pálida... Las buenas hermanas la habían llevado al baño de la piscina pocos minutos antes. Sin embargo, no habían querido sumergirla: se habían limitado a lavarle algo el vientre. Y es el mismo Alexis quién, en tercera persona, narra lo ocurrido ante sus ojos, cuando Marie Bailly, no mirando mas que a ella... El rostro de Marie continuaba su modificación: sus ojos estaban brillantes y extasiados hacia la Gruta. Una mejoría importante se había verificado...De repente Carrel palideció. Veía hacia el cinturón bajarse poco a poco la manta al nivel del vientre. Daban las tres en la Basílica. Tras algún minuto la tumefacción del vientre, parecía desaparecer. "Creo enloquecer de verdad" - pensaba Carrel. "¿Cómo os sentís? - preguntó a Marie. "Muy bien, aunque sin fuerzas, pero me siento curada"- respondió Marie susurrando. No había duda. El estado de Marie Bailly mejoraba. Estaba irreconocible. Carrel no habló más. Ni pensaba. El hecho tan inesperado era tan contrario a sus previsiones, que creía soñar... Lo que había ocurrido era imposible: el milagro". Carrel se alteró de tal modo que por poco no enloquece. La noche siguiente el hecho tan inesperado no le permite coger el sueño. Salió de la posada y bajó a las Explanadas donde se detuvo ante le estatua de la Inmaculada y allí se abandonó a una plegaria a la Virgen que muestra la medida de lo acontecido en él.

En 1950, se publicó en una traducción al inglés como The Voyage to Lourdes. Carrel, aunque desconcertado y atónito, informó de forma precisa sus observaciones a la comunidad médica en Lyon. A continuación, fue atacado por el clero, que lo consideró demasiado escéptico, y por sus propios colegas médicos, que lo consideraron demasiado crédulo y «místico». Un colega cirujano le dijo que nunca pasaría su examen de cirugía.

Amargado y molesto, Alexis Carrel salió de Francia para el Nuevo Mundo en mayo de 1904, dirigiéndose en primer término a Canadá y despues a EE.UU., regresando a Francia al final de sus días.


CARLOS BALLBÉ

O LITUS, es una de las muchas personas cuya vida cambió tras visitar Medjugorje, y por eso su testimonio formó parte del libro Estamos de vuelta, en el que Jesús García recopiló diversas historias de conversión vinculadas a ese enclave bosnio de devoción a la Virgen.

Ballbé nació el 21 de febrero de 1985 en Tarrasa, Barcelona) es un exjugador de hockey sobre hierba y sacerdote español. Disputó los Juegos Olímpicos.

Su caso fue célebre porque renunció a la posibilidad de jugar en uno de los mejores equipos de hockey sobre hierba del mundo para irse al seminario, pero obtuvo una bonita compensación: participar con la selección española en los Juegos Olímpicos de 2012 en Londres siendo ya seminarista.

Ha llegado a lo más alto en el deporte: participar en los juegos olímpicos con la Selección Española de Hockey Hierba.

Carlos Ballbé, o Litus, como le llaman desde pequeño, terminó allí su carrera como deportista para seguir su vocación de ser sacerdote. La vida de este joven barcelonés, hasta el verano de 2005, era la de un chico "normal". No era un chico problemático, simplemente trataba de disfrutar al máximo, sin pensar en si había que ir a clase al día siguiente o en si Dios pintaba algo en su vida. Se limitaba a ir a misa el domingo, sin comulgar si no se veía digno de ello.

Se ordenó sacerdote en el año 2016, ejerciendo desde entonces en la Iglesia de Santa María de Mataró

 


AMADA ROSA PEREZ

Se cansó de tenerlo todo y le dijo "basta" a su estilo de vida. "Quise suicidarme, pero no tuve la cobardía de quitarme la vida. Entonces, el Señor me dejó "morir" y me resucitó para Él".

Lo tenía todo: fama, dinero, belleza, reconocimiento… Había triunfado más allá de sus sueños en las pasarelas y en la televisión y, sin embargo, sentía que no tenía nada. "Estaba llena, pero llena de vacío, y ese vacío iba creciendo", cuenta la colombiana. Entonces, un buen día, le pidió a Dios un gran favor: "Como no tenía la cobardía de quitarme la vida, le pedí a Él que me la quitara: "Llévame, Señor, contigo porque estoy cansada de este mundo". ¡Bendito pecado que me hizo conocer a Dios! Acudí a Él, sin saber que me escuchaba"… Empezé a rezar el rosario, tam­bién para escapar de su realidad, y después de un tiempo comenzó a experimentar paz en su alma. "Una noche, llena de desesperación y angustia, me quedé profundamente dormida rezando el rosario y en sueños escuché una dulce voz dentro de mi corazón que me decía: "Ora, ora, ora, mi pequeña, que nunca es suficiente". Es difícil explicarlo, pero en ese instante se detuvo el tiempo, desperté, rompí a llorar y supe de inmediato que era la Santísima Virgen. Solo una intervención divina podía hacerme sentir tanto amor, tanta paz y tanto arrepentimiento al mismo tiempo".

La paradoja de su relato, al igual que las demás historias de estas páginas, es que Amada Rosa creció en un ambiente católico, pero nunca conoció a ese Dios que hoy llena por completo su vida. "Me bautizaron al segundo día de nacer", comenta. De pequeña, recibió también la primera comunión y, más tarde, la confirmación. Fueron dos eventos "muy importantes para mi madre, aunque en ese momento yo no era consciente de su gran significado".

Con solo quince años se marchó de su casa y al poco tiempo comenzó su carrera como modelo. No tardó mucho en alcanzar el éxito y con él llegaron las interminables preguntas: "Estuve preguntándole al mundo qué era ese algo que me hacía falta y por qué todo el que alcanza sus metas no se siente pleno y en paz. El mundo jamás me supo responder. Con el tiempo, mis preguntas tuvieron una sola respuesta: Jesucristo, nuestro Señor".

Tras su conversión, volvió a la confesión y a frecuentar los sacramentos, y decidió apartarse de todo aquello que le había hecho daño: "Me di cuenta de que tengo un Padre que me ama a pesar de haberle ofendido, que me recibió nuevamente con todo su infinito amor. Gracias a esto, tomé la decisión de renunciar a exhibir mi cuerpo y no volví a participar en producciones o programas que atenten contra mi salud espiritual y la de mis semejantes". Hoy comparte su conversión con alegría, pues considera que todos los católicos han de contribuir con la Iglesia dando testimonio, dondequiera que estén. "Cada uno tiene una llamada; hay que descubrirla, preguntándole a Dios en la oración". A su vez, ve la necesidad de que en la Iglesia se haga una catequesis sencilla y constante para explicar la misa, la riqueza de los sa­­cramentos y las verdades que encierra la fe, de una manera abierta, cálida y amorosa. "El hombre, hoy más que nunca, agoniza en este frío mundo. Necesita acogida, comprensión y amor".


EDUARDO VERÁSTEGUI

José Eduardo Verástegui, Córdoba (Ciudad Mante, Tamaulipas, México; 21 de mayo de 1974) es un actor, productor, activista, filántropo y ex-cantante mexicano, católico.

Había llegado a la meca del cine y tenía a su alrededor un gran equipo de mánager, publicistas y abogados que le asesoraban en la brillante carrera artística que tenía por delante. Gozaba de fama, éxito y dinero, pero empezó a sentir un vacío profundo en su vida: no era feliz. Se consideraba católico, llevaba consigo un rosario e iba a misa una vez al año, pero un día, su profesora de inglés le preguntó de forma directa: "Si amas tanto a Dios como dices, ¿por qué le insultas tanto?". Verástegui se dio cuenta entonces de que la vida que llevaba contradecía la fe que le habían transmitido sus padres. "El amor a Dios siempre lo tuve, solo que era un amor a mi medida, un amor acomodado", nos explica el actor en su última visita a España. "Tuve un despertar. Es como si tú, que estás enamorada de tu esposo, te enteras diez años después de que has estado haciendo algo que a él le ofende, así que le pides perdón y prometes no volver a hacerlo. Eso me ocurrió a mí: un 80 por ciento de las cosas que hacía no le agradaban a Dios. Lo hacía por ignorancia, y cuando me di cuenta, Dios me dio la gracia para no rechazarle y cambiar"´

Ahora, con su productora, Metanoia Films, se dedica a impulsar desde Hollywood películas que defienden la dignidad humana. Sobre la nueva evangelización, Verástegui insiste en que "la fe es un regalo" y "la Iglesia no es un club en el que tenemos que meter a más gente; cada uno tiene un ritmo distinto". Pero añade que es "fundamental que pidamos a Dios que incremente nuestro amor y nuestra fe". "Si la gente buena se queda callada, el mal triunfa. Si no damos nuestra vida por nuestra fe es porque todavía no estamos enamorados al cien por cien".

 


MAGDI ALLAM

“Bautizarme ha sido como renacer” (Extracto de una respuesta a una entrevista concedida al diario El Mundo, 29 de marzo de 2008).

Subdirector del famoso periódico italiano Il Corriere de la Sera, Magdi Cristiano Allam fue bautizado por Benedicto XVI en la vigilia pascual del Sábado Santo de este año 2008. Licenciado en sociología por la universidad de La Sapienza y de origen egipcio, aunque residente desde hace ya bastantes años en Italia, Magdi fue experimentando su sintonía con su nueva fe gracias a tres factores: su desilusión ante el islam, el testimonio de vida de varios cristianos y su encuentro personal con Cristo: He descubierto por primera vez el auténtico y único Dios, que es el Dios de la fe y de la razón”.

Y también ha señalado:

“La Providencia me ha ido poniendo en el camino a personas católicas prac

ticantes de buena voluntad que, en virtud de su testimonio y de su amistad, se convirtieron, poco a poco para mí, en un punto de referencia en el plano de las certezas de la verdad y de la solidez de valores” (fragmentos del artículo “¿Por qué me convierto del islam al catolicismos?” en Il Corriere de la Sera).

La conversión: un encuentro personal motivado por el testimonio y acrisolado por la razón

En la encíclica “Deus Caritas est”, Benedicto XVI recordó que “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida”. Toda conversión implica, entonces, un encuentro entre la persona del convertido y la del que motiva a la conversión: Dios.

La conversión, en gran medida, es la respuesta del corazón, de la inteligencia y de la voluntad a la persona que redimensiona el propio ser; no es sólo la decisión de un día, sino una actitud de fondo que debe realizarse diariamente.

Al corazón del hombre, en efecto, no se accede sin gratuidad, caridad y diálogo, de modo que la palabra anunciada no sea solamente proferida sino adecuadamente testimoniada con los hechos. el catolicismo no es la religión que más crece. Pero al menos queda la convicción de que las conversiones en ella no están motivadas por remuneraciones económicas, mentiras y engaños o amenazas mortales.

Ha muchas otras historias-testimonio que siguen naciendo, desarrollándose y llegando a término feliz. ¿Por qué en la Iglesia católica? Quizá porque es la única que ha probado no ser una invención de su tiempo.