Nuestro problema con Dios


Como creyentes católicos nuestro primer problema con Dios es saber si existe o no, porque hay versiones para todos los gustos, y que sepamos nadie ha podido demostrar su existencia de manera evidente e indudable, como tampoco ha habido alguien que haya podido demostrar su inexistencia. A esto es a la que el viejo Profesor, el agnóstico Tierno Galván, llamaba el Gran Misterio.

El problema se presenta porque nadie lo ha visto, y nadie sabe cómo es, pero al mismo tiempo hay muchas personas que aseguran haber tenido contactos con Él, como Abraham Moisés, Cristo, los apóstoles y un sin fin de personas de todos los tiempos que dan testimonio de estos contactos. Si existe alguien que contacta con los hombres no podemos negar que ese ser tiene que existir.

La explicación que se no da para no ver ni entender lo hace este Dios es que nosotros vivimos en la tierra donde todas las cosas se rigen por las leyes de la materia, mientras que Él vive en el mundo de los espíritus donde todo se rige por las leyes del espíritu, que son muy distintas a las leyes de la materia. La diferencia entre vivir en la tierra y vivir en el mundo de los espíritus podemos observarla viendo cómo era el cuerpo de Cristo antes de la resurrección y cómo era después. Antes de morir vivía como cualquier ser humano y con nuestras mismas imitaciones. Después de morir seguía siendo el mismo cuerpo; en él podían apreciarse las llagas de la crucifixión, pero ahora este cuerpo se comportaba de forma diferente porque tenía otra naturaleza diferente, ya no estaba sujeto a las leyes de la materia. Así podía aparecer y desaparecer de forma misteriosa en cualquier parte, y podía traspasar las puertas y las paredes de las habitaciones; su cuerpo ya no se comportaba como antes, había pasado de regirse por las leyes de la materia a regirse por las leyes de los espíritus. Dios es como Cristo resucitado, es diferente a todo lo que conocemos hombres.

Esto que pasó con el cuerpo de Cristo resucitado es lo que dice el P. Carreiras que pasa con nuestro cuerpo al morir; el P. Carreiras es un teólogo y científico que hace trabajos tanto para la NASA como para el observatorio científico del Vaticano. Según este científico lo que ocurre con nuestra muerte es simplemente un cambio de naturaleza, no una destrucción del cuerpo. Durante nuestra vida terrenal el espíritu que habita en nuestro cuerpo está sujeto a las limitaciones de la materia, vivimos conformes a esas limitaciones, pero al morir cambian los papeles (cambia nuestra naturaleza) y es la materia la que pasa a adquirir las propiedades del espíritu, y empezamos a vivir como espíritus sin las limitaciones de la materia”. Para este científico el hombre es siempre un compuesto de alma y cuerpo, tanto en esta vida como en la otra, pero antes de morir predomina la naturaleza dañada por el pecado, la materia con sus limitaciones, y después de la muerte, y libre de pecado, predomina la otra naturaleza, la del espíritu.

Muchos se preguntan: ¿Y por qué Dios nos ha creado en la tierra y no en ese otro mundo en el que prevalece el espíritu y la felicidad? Esto, según nuestra manera de ver las cosas, hubiera sido lo inteligente y una obra perfecta, la que corresponde a un verdadero Dios con poder y saber, y no lo que ha hecho con nosotros creándonos en este valle de lágrimas donde abundan los sufrimientos y las injusticias. Lo que este Dios ha hecho con nosotros parece una chapuza impropia de un Dios. Pero no, dios no es un chapucero, no hace chapuzas. Él, según la Biblia, hizo bien las cosas como verdadero Dios que es, y nos creó en el paraíso, no en la tierra, pero nos creó libres para que decidiésemos nosotros nuestro propio destino, y fueron nuestros primeros padres los que no creyendo a Dios no hicieron lo que Él le mandó, y Dios los castigó. No creer a Dios es el principio de todo pecado, y para que no lo olvidemos Cristo nos lo recuerda muchas veces en los Evangelios: En Jn. 3,18 nos dice: “El que cree en Él no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”.

Ojo!!! Dice bien claro que el que no cree ya está condenado. ¿Tan grave es no creer en Dios? ¡Lo es, lo dice Dios! El primero y principal mandamiento de la Ley de Dios manda amarlo sobre todas las cosas, ¿y cómo podremos amarlo si no creemos en Él? Para poder amar a alguien primero hay que conocerlo, y ¿cómo podremos conocerlo si no buscamos su trato?

¿Cómo podremos conocer a este Dios que tiene una existencia tan distinta a la nuestra?

La metodología habitual para progresar en el conocimiento de las cosas es la siguiente:
Primero: buscar la información que haya sobre el tema.
Segundo: reflexionar sobre la información conseguida para ver si es creíble o no.
Tercero: Tomar decisiones en función de la información que parezca que tiene más visos de acercarse a la verdad.

Cuando queremos buscar a Dios con poca información a veces nos parece ver claro que es imposible que pueda existir un Dios así; a lo más admitimos que hay el 50% a su favor y otro tanto en contra, pero a medida que avanzamos en su búsqueda se llega a la clara convicción de que tienes 100% de acertar si admites su existencia.

No podemos intentar seguir a Dios mientras no estemos plenamente convencidos de que existe y de que interviene en nuestras vidas. Tenemos varios caminos para llegar al conocimiento de nuestro Dios, a saber:

En otro artículo trataremos sobre estos importantes temas.