Artículos para Vida Ascendente (2001-2004)


REFLEXIONES AL EMPEZAR EL CURSO

BOLETIN NUM. 55 CURSO 2001/2002

En la presentación de los guiones para las reuniones de grupo del presente año se dice: El Objetivo que nuestro Movimiento nos propone es: “Fomentar y llevar el mensaje evangélico a los jubilados y mayores, para que los mismos puedan poner al servicio de este mensaje el caudal de fe, experiencia y tiempo”. Ese puede ser el objetivo del Movimiento, pero el de cada uno de nosotros debe ser llevar el mensaje evangélico no sólo a los jubilados, sino a todo el entorno en que vivimos.

Pero ¿qué es hacer apostolado? Sencillamente cumplir el mandato de Cristo: “Id por todo el mundo y proclamar la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16,15), o “enseñándoles a guardar – a los cristianos- todo lo que yo os he mandado”. (Mt 28,20). Para enseñar bien se requieren al menos tres cosas: Estar convencido de que aquello que enseñamos es la verdad, conocer bien la materia que queremos enseñar, y conocer la situación de la persona a quien queremos transmitir el conocimiento. Analicemos si nosotros cumplimos estos requisitos en lo que se refiere a la transmisión de la fe. Con relación a la primera condición, estar convencidos de que lo que enseñamos es la verdad, lo damos por supuesto, porque de lo contrario seríamos unos embaucadores y unos mentirosos.

Con relación a si conocemos bien la materia, yo no estoy ya tan seguro de que es así, y explicaré por qué. La mayoría de nosotros aprendimos la religión hace más de cincuenta años, y durante todo este tiempo nos hemos limitado a practicarla siguiendo aquellas reglas. Por ser practicantes, algo hemos percibido de los cambios que se han producido desde entonces, pero muchos siguen aferrados a la interpretación religiosa que le ensañaron en aquellos lejanos años, alegando que eso les basta. Aquellos criterios no valen para hoy, no porque haya cambiado el mensaje de Cristo, sino porque la Iglesia entonces interpretaba ese mensaje con arreglo a los saberes y las circunstancias de aquel momento, que no se parece en nada al momento actual, y aunque aquello les baste para ellos, eso no vale para transmitirlo en la forma que lo aprendimos a nuestros hijos.

Así como un labrador de aquella época no puede enseñar a su hijo a labrar el campo como él lo hacía, con el arado romano o utilizando la hoz para cosechar, tampoco puede enseñarle la religión con los criterios de entonces. Estamos en otra época, y hay que transmitir algo que valga para ésta. Necesitamos formación para distinguir el fondo de las formas, y para saber qué formas son las válidas para los tiempos presentes. Para esto se requiere orientación y esfuerzo. Éste, el esfuerzo, tenemos que ponerlo nosotros asistiendo a las reuniones de grupo, y las orientaciones tenemos que tomarlas de la Iglesia. Si queremos estar al día en materia religiosa, no podemos, ni inhibirnos, porque nos quedamos obsoletos, ni ir por libres, porque corremos el peligro de desorientarnos en medio de tanta información equivocada como circula en nuestros medios de información. Nuestros grupos deben estar atentos para facilitar la información adecuada a nuestro tiempo.

En cuanto al conocimiento de aquellos a los queremos transmitir la fe, tenemos que darnos cuenta de que debemos ejercer nuestro apostolado en dos campos muy diferentes, cuales son el de los mayores, con situaciones semejantes a la nuestra, y el de nuestras familias –nuestros hijos y nuestros nietos- con situaciones muy diferentes a las que nosotros hemos vivido. Este apostolado dentro de nuestra propia familia es el que a veces nos resulta más difícil, porque nuestros hijos y nuestros nietos viven en unas circunstancias muy diferentes a las que rodearon nuestra vida, y en consecuencia con una mentalidad muy diferente a la nuestra. Pero no podemos renunciar a ese apostolado, porque estamos colocados en lo más alto de la pirámide. Seguimos siendo los padres, y así como cuando eran pequeños les enseñamos a vivir para la vida, ahora que son mayores tenemos que enseñarles a vivir para la muerte Ellos siguen mirándonos, y siguen aprendiendo de nosotros, y eso nos obliga a estar atentos a sus realidades, a la palabra oportuna, al testimonio firme y sereno acompañado de razonamientos serios –nada de la fe del carbonero- y a la oración permanente y confiada como nos enseñó el Maestro.


A NUEVOS TIEMPOS, VIEJAS FORMAS DE APOSOTOLADO

BOLETIN NUM. 56 CURSO 2001/2002

(Gran parte de la ideas aquí expuestas están tomadas del libro Nuevos Movimientos Eclesiales, de Manuel González Muñana. Lo recomendamos para quienes quieran profundizar en estos temas)

En nuestro número anterior señalábamos que los tiempos actuales son muy diferentes a los que los mayores vivimos en nuestra niñez y en nuestra juventud. Esto, por evidente, no necesita de más comentario. Pero creemos que merece la pena dedicarle algún tiempo a reflexionar sobre cómo vivir nuestro cristiano en estos días que nos toca vivirlo. Parece que las nuevas formas de apostolado seglar pasan por la agrupación en Movimientos eclesiales, cada uno con carismas diferentes, pero trabajando todos juntos por la misma causa.

¿Qué son los Nuevos Movimientos eclesiales? En primer lugar no hay que confundir estos movimientos con otros de nombre parecido (los que se denominan Nuevos Movimientos Religiosos, NMR) y que son verdaderas sectas, algunas calificadas de peligrosas. Los movimientos eclesiales se caracterizan por “la comunión en el ser y en el quehacer de la Iglesia”, es decir, por la sumisión y la aceptación de la doctrina enseñada por el Papa, mientras que los NMR se caracterizan por su dependencia de un líder que va por libre, y que es quien establece las directrices del grupo.

Los nuevos movimientos de la Iglesia tienen como finalidad revitalizar la vida cristiana de sus miembros mediante nuevas formas de enfocar la actuación del cristiano, siguiendo un proceso parecido al que se seguía en las primeras comunidades. Por eso hemos encabezado este artículo diciendo que a tiempos nuevos viejas formas de apostolado. Para evangelizar no es suficiente sólo querer, o tener buena voluntad, es necesario habernos “reconstruido” antes por dentro; sólo así podremos vaciarnos luego en los demás. La Iglesia primitiva siguió este camino. y ese es el proceso que siguen hoy estos nuevos movimientos eclesiales, formando a sus miembros a través de un proceso de educación integral en la fe, proceso que consideran necesario para poder crecer en el conocimiento de Cristo y en la experiencia de vida cristiana, aspecto éste olvidado entre los cristianos de hoy.

¿Cómo realizan su apostolado? La forma de realizarlo en estos grupos se diferencia de las formas tradicionales en que priorizan la experiencia directa frente al razonamiento. Más que impartir una doctrina, -que también lo hacen- expresan una experiencia propia de fe. Tienden a producir una transformación real de las personas convirtiéndolas en testigos de fe, que, por contagio vital, transmiten a otros. Por otra parte, ya se ha dicho, tienen a la Iglesia particular, -a su parroquia- como referencia inmediata en su vida de cristianos, y colaborando con ella, y desde el carisma propio del movimiento armonizan su actividad con las orientaciones pastorales de la diócesis, reconociendo plena sumisión al Obispo, quedando así integrados en la Iglesia universal.

¿Quiénes forman estos movimientos? Pasan del centenar. Solamente citaremos algunos para dejar constancia de lo extendidos que están y de su vitalidad.

Movimiento Países en que están Miembros
Los Focolares 182 5.000.000
Renovación en el Espirítu 180 7.000.000
Camino Neocatecumenal 105 17.000
Cursillos de Cristiandad 80 5.000.000 de cursillos realizados
Comunión y Liberación 70 100.000 sólo en Italia
Comunidad de Vida Cristiana 60 100.000
Talleres de Oración y Vida 45 3.000.000 personas que han pasado por ellos

Vida Ascendente es otro movimiento mas dedicado principalmente a la espiritualidad, al apostolado y a la amistad. Actualmente esta establecido en mas de 152 paises y dentro de España esta establecido en casi tas las diócesis con 31 miembros del movimiento y unos 1800 grupos en parroquias y residencias.

Importancia de estos movimientos

Estos movimientos nacen como respuesta al vaciamiento de Cristo que han experimentado las personas, las instituciones, los templos, las parroquias, y los seminarios. Prueba de su importancia y de su oportunidad es la buena acogida que han tenido por el Papa Juan Pablo II, quien ha venido reuniéndose con ellos en varias ocasiones: En 1981 se reunió con 20 movimientos; en 1987, con 19, y en 1998, con 60. Juan Pablo II dice que hay que revalorizar éstos movimientos, porque ellos son fermento de la vida cristiana y ayudan a ser Iglesia. Tan convencido está de ello que no duda en recomendar su difusión para dar nuevo vigor a la vida cristiana. En la Redemptoris missio se dice: “Estos Movimientos son un verdadero don de Dios para la nueva evangelización”. En realidad lo que se espera de ellos es que sirvan para revitalizar a la Iglesia creando una conciencia nueva en los cristianos del siglo XXI, una conciencia que, llena del espíritu de Cristo, llene ese vacío que se ha producido en muchos cristianos de hoy por la rutinaria vivencia de una fe mortecina carente de base y a punto de extinguirse.

Características comunes

En todos ellos se dan las siguientes características:

¿Qué tiene que ver Vida Ascendente con estos Movimientos? Vida Ascendente es otro movimiento eclesial que se dedica al apostolado, pero adaptado a los mayores. También está extendido por todo el mundo, y tiene en común con éstos movimientos su finalidad: el apostolado en los tiempos actuales. Para que nuestros lectores tengan conocimiento de otras formas de enfocar el apostolado, y tomen de ellos lo mucho bueno que tienen, es por lo que hemos traído hasta éstas páginas su forma de actuar. Resumamos brevemente lo que hacen: primero reconstruirse por dentro mediante un proceso de formación, actualización permanente, y testimonio de vida cristiana que tiene como base sus propias experiencias derivadas de una intensa vida de fe.


A NUESTROS LECTORES QUE NO SON DE VIDA ASCENDENTE

BOLETIN NUM. 57 CURSO 2001/2002

Son muchas las personas que leen nuestro Boletín y no pertenecen a nuestro Movimiento. Nunca nos hemos dirigido a ellas desde estas páginas, y hoy queremos hacerlo, en primer lugar para agradecerle su fidelidad, y después para informarle de quienes somos, ya que muchos no nos conocen. Algunos creen que Vida Ascendente es una asociación de viejos que se juntan para rezar y contarse sus achaques. Pensamos que aunque sólo fuera eso -que no lo es- tendrían justificación nuestras reuniones, porque está demostrado que toda relación social ayuda a soportar mejor la pesada carga de la vejez, y bendito sea todo aquello que nos ayude a vivir mejor esta última etapa de la vida.

¿Qué es Vida Ascendente? Es, o quiere serlo, un movimiento dedicado a formar mejor a los mayores de 55 años, para que puedan ser buenos cristianos en el ambiente en que cada uno viva. Entendemos por buenos cristianos aquellos que están formados en la doctrina de Cristo y dan testimonio de vida cristiana con sus actos.

Qué no es Vida Ascendente. No es un club para jugar a las cartas o para pasar el tiempo, ni tampoco es una Asociación para visitar enfermos u organizar servicios asistenciales. Los miembros de nuestro Movimiento pueden, y deben, si sus circunstancias se lo permiten y es esa su vocación, encuadrarse en otros movimientos o voluntariados para ejercer su apostolado. En Vida Ascendente no organizamos apostolados, pero nos formamos para poder realizarlo del mejor modo posible en cualquiera de sus formas.

¿Por qué creemos que necesitamos la formación permanente en cuestiones de religión? La vida es movimiento, es progreso, es sustituir una cosas que parecían buenas por otras que hoy parecen mejores o más verdaderas. En las Universidades no se explica hoy ninguna materia como se hacía cuando asistíamos nosotros a sus aulas. ¿Por qué? Porque los nuevos conocimientos nos han llevado a descubrir cosas mejores. ¿Nos engañaban entonces? No. Aquello era lo que parecía mejor en aquel momento. Con la religión ocurre lo mismo. Hoy hay muchos pasajes bíblicos que no se interpretan como entonces, porque los nuevos conocimientos históricos y científicos nos han demostrado que la interpretación que le dábamos no era la más correcta. ¿Es que cambian las verdades de fe? Las verdades reveladas por Dios, -que son muy pocas- esas no cambian. Todas las demás, las que provienen de la interpretación a los textos sagrados, pueden cambiar si se evidencia que la interpretación al uso contiene errores. Los conocimientos del hombre, incluidos los de los Papas, los de los Obispos y los Santos, están limitados a los de su tiempo, y no tenemos por qué escandalizarnos si sus enseñanzas se van modificando con el descubrimiento de nuevos conocimientos para acercarnos más a esa verdad revelada.

Los cristianos estamos obligados a no desprestigiar al cristianismo presentándolo con nuestras palabras o nuestros hechos como una doctrina obsoleta o una reliquia del pasado incompatible con los tiempos actuales, y para ello necesitamos una formación permanente.

¿Cómo actuamos en Vida Ascendente? Lo hacemos formando pequeños grupos que se incardinan en la parroquia Es un movimiento hecho por seglares y para seglares, y son ellos quienes establecen qué temas son los de mayor interés para su grupo. Como norma general se sigue un programa orientativo que la Comisión Nacional prepara para todas las diócesis de España, pero ese programa puede alterarse si así lo estima conveniente el grupo. No se trata, pues, de una catequesis al uso establecido, sino de una formación más amplia y actualizada para dar respuesta a los nuevos problemas que se plantean en la sociedad actual con motivo de los nuevos avances de la ciencia y los cambios en la forma de entender la vida.

Las reuniones se hacen generalmente dos veces al mes, y están presididas siempre por un seglar, que llamamos animador, y que es el responsable del buen funcionamiento del grupo. En ocasiones se organizan charlas de carácter general para todos los mayores que quieran asistir, como las que se están dando este curso en los salesianos.

¿Qué obligaciones tienen los miembros de Vida Ascendente? En este movimiento ni se pagan cuotas, ni hay que apuntarse, ni se contraen más obligaciones que las de dar ejemplo de buen cristiano y asistir a las reuniones de grupo con espíritu de aportar algo de las propias experiencias y de los propios conocimientos.

Os invitamos a todos los mayores a uniros con nosotros encuadrándoos en alguno de nuestros grupos, o formando otros nuevos en vuestras parroquias. Si alguno desea más información estamos a vuestra disposición en el teléfono 923 18 17 50


PASCUA DE PENTECOSTÉS

BOLETIN NUM. 58 CURSO 2001/2002

Justamente cuando cerramos este Boletín acabamos de celebrar la Pascua de Pentecostés, o Pascua del Espíritu Santo. Los cristianos celebramos tres Pascuas: La de la Navidad, la de la Resurrección y la de Pentecostés. Estas marcan los acontecimientos más importantes de la Historia del Cristianismo. Pentecostés significa quincuagésimo día, el día 50 de un ciclo que se cierra ese día . Los Judíos celebran su Pentecostés después de su Pascua del Cordero, para conmemorar la entrega de la Torá que Dios hizo al pueblo hebreo en el Monte Sinaí. Los cristianos celebramos la venida del Espíritu Santo, que tuvo lugar justo cincuenta días después de la resurrección de Cristo. No se celebra como fiesta independiente, sino como parte final del ciclo Pascual. Con esta fiesta se cierra el llamado “espacio de la alegría” dentro del año litúrgico. ¿Qué ocurrió este día de Pentecostés? En Hechos 2,1-4 se nos describe así: “Al llegar el día de Pentecostés -el día 50 después de la resurrección- estaban todos reunidos con un mismo objetivo. De repente vino del cielo un ruido como una impetuosa ráfaga de viento que llenó toda la casa donde se encontraban . Se les aparecieron unas lengua como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; se llenaron todos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en diversas lenguas”.

¿Por qué es tan importante la Pascua de Pentecostés, esa pascua a la que muchos cristianos dan tan poca importancia? Porque este momento marca el nacimiento de la Iglesia cristiana. No puede hablarse de Historia de la Iglesia Cristo sin referirnos a este acontecimiento. No hay ningún motivo para dudar de este acontecimiento. Es un hecho histórico que se enmarca , en un tiempo concreto, en un lugar concreto y con unos personajes reales y conocidos. Además de la narración del Libro de los Hechos tenemos la tradición unánime de la Iglesia primitiva que viene celebrando esta fiesta desde sus inicios. Los testimonios provienen de todas las Iglesias: patriarcales orientales, de Africa, de Roma y del resto de Occidente. Aunque Pentecostés, como hecho histórico se concreta en un determinado momento de la historia, el don del Espíritu no se dio solo en aquel momento para los apóstoles sino que queda como algo permanente en la Iglesia que acaba de nacer, llevando a todos sus fieles, como lo hizo con los apóstoles, a confesar a Cristo y alabar al Padre. Porque permanece en la iglesia y en sus fieles –en nosotros- nosotros podemos confesar que Cristo es Dios, y podemos alabar al Padre y confiar en Él, ya que, como dijo Cristo “nadie puede decir Jesús es el Señor, sino movido por el Espíritu Santo”. (Primera a los Corintios 12,3)

El actual Catecismo de la Iglesia Católica dice que la vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo. ¿Recuerdas cuales son éstos?: Sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pidamos que venga el Espíritu Santo y derrame éstos sobre nosotros como lo hizo sobre los apóstoles: “Si vosotros sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!”. (Lc 11,13). Pidámoselo, lo necesitamos. Hoy quizá más que nunca.


TIEMPO DE CUARESMA, TIEMPO DE RECONCILIACIÓN

BOLETIN NUM. 61 CURSO 2002/2003

Antiguamente, antes de hacer su aparición la moderna maquinaria agrícola, el labrador sembraba sus campos a voleo, esto es, esparcía la simiente en la tierra a puñados. El buen sembrador tenía que tener mucho cuidado para esparcirla de forma uniforme, evitando que cayera demasiado espesa o demasiado rala, o que cayese en unos cerros más semilla que en otros. Estos defectos no se notaban al sembrar, pero se ponían de manifiesto al nacer. Para evitar los defectos dichos que delataban la poca pericia o dejadez del sembrador, se recomendaba dejar de vez en cuando el costal sembrador en el suelo y pasearse por lo sembrado para observar como estaba distribuida la simiente, y corregir los posibles fallos antes de que estos nos pusieran en evidencia.

Creo que la cuaresma es momento de poner nuestro costal sembrador en el suelo y pasearnos por el interior de nuestras vidas para ver qué simiente estamos dejando en los cerros de nuestra vida. Cada año que pasa es como si tapásemos una parte de nuestra vida en un gran cerro, que, al morir van a formar todos juntos el campo de nuestra besana de la vida, y allí estará toda nuestra cosecha. ¿qué habremos sembrado, trigo o cizaña? Para no encontrarnos con sorpresas desagradables es bueno que hagamos lo que el buen sembrador, hacer un alto de vez en cuando y revisar qué simiente estamos depositando en cada cerro, y rectificar siempre para mejorar. Siempre se pueden hacer las cosas mejor, lo importante es, primero conocer qué hay que rectificar, y segundo querer mejorarlo.

Deteniéndonos a examinar nuestros actos podemos caer fácilmente en la cuenta de que son muchas las cosas que hemos hecho mal, o que podíamos haber hecho mejor, y esto debe movernos a la conversión, a seguir trabajando por ser cada día mejores, y a pedir a Dios perdón por la cizaña que descubrimos entre el trigo. Con la Cuaresma la Iglesia nos invita a esto, a la conversión personal y comunitaria, a la reconciliación con el Señor y con nuestro prójimo, a la reflexión a cerca de cual es el camino de la verdadera felicidad, esa cosa tan ansiada y tan buscada como esquiva para retenerla a nuestro lado. Leyendo con calma y meditando el Sermón de la Montaña puede servirnos de guía para orientarnos en la búsqueda de la verdadera felicidad, que no se encuentra por los caminos del dinero, del poder o del sexo, sino en los campos del amor, del servicio y de la generosidad, del perdón , de la paz y de lucha por la justicia. Dios perdona, pero para concedernos su perdón quiere que nos arrepintamos, más ¿cómo pedir perdón sin caer en la cuenta de que hemos faltado? ¿Y cómo caer en la cuenta de que hemos faltado si no dedicamos tiempo a examinar a fondo y con tranquilidad nuestros actos?


¿CÓMO VIVES TU CRISTIANISMO?

BOLETIN NUM. 61 CURSO 2002/2003

En la prensa que trata sobre temas de religión –todavía hay prensa que trata de estos temas, ¿la lees?- se ven frases como estas: “quien no tenga experiencia de Dios y de Cristo no será capaz de aguantar la avalancha de ateísmo y de sectas paganas que se nos avecinan”, o “quien no sea capaz de sentir el cristianismo no se mantendrá como cristiano en el siglo XXI”, frases que nos invitan a reflexionar, y más en este tiempo de cuaresma, sobre la forma en que estamos viviendo nuestra fe. Hay cristianos que viven su cristianismo por inercia, por adhesión a unas prácticas religiosas de toda la vida, y que no dejan esas prácticas porque se sentirían incómodos, pero que carecen de argumentos sólidos para defenderlas. Estos practican, pero no sienten en su corazón lo que practican. Hay otros, sin embargo, que son todo lo contrario, que tienen un sentimentalismo exacerbado hacia determinadas prácticas y devociones de tal o cual santo, de tal o cual virgen, o de tal o cual Cristo, y creen ciegamente que su santo o su Cristo los va a proteger contra todos los males, y, si llegado el caso, estos santos de su devoción no les conceden lo que le piden, se enfadan con ellos y los ponen contra la pared, dejando de hacerle su novena o su procesión.. Sus santos son toda su religión, y fuera de ellos ya no hay más obligaciones que cumplir.

Podríamos decir que el cristianismo se vive hoy de tres formas, aunque sólo una de ellas es la correcta. Unos son los que se llaman cristianos no practicantes, los que dicen que son cristianos, o creyentes, pero que no creen en los curas ni en la Iglesia. Estas son personas con un trasfondo cristiano que carecen de la verdadera formación religiosa, aunque se hayan formado en buenos colegios religiosos. No sienten el cristianismo, pero no abandonan su fondo religioso porque su conciencia no les dejaría muy tranquilos. Desprenderse de ese fondo religioso les hace sentirse poco menos que animales, y eso les repugna. Siguen creyendo que Dios existe, pero viven como si no existiera. Toda su religión se basa en ser buenas personas, y creen que con eso ya tienen cumplido con Dios. Para éstos no existe el primer mandamiento de la Ley de Dios, les basta con el segundo, interpretado a su modo y manera.

En segundo lugar está el grupo que a mí parecer es el más numeroso, al menos entre las personas mayores. Es el de los cristianos por adhesión a las normas y prácticas de toda la vida. Estos no abandonan sus prácticas, pero las practican por rutina: su misa los domingos, su rezo del rosario, sus oraciones de la mañana y de la noche recitadas de forma rutinaria, etc, etc. Si no hacen todo eso, tienen la sensación de que Dios los va a castigar, o de que no hacen méritos para la otra vida. La mayor parte de los que nos formamos en el franquismo recibimos una formación religiosa de este tipo. En aquella época todo el mundo era creyente, más por obligación que por devoción. No había otra alternativa: o se era cristiano o la propia sociedad te rechazaba, y hasta las autoridades civiles te podían castigar por escándalo público si no ibas a misa los Domingos. Hoy las cosas han cambiado, existen alternativas, podemos elegir entre ser ateo, ser católico, o practicar cualquier otro tipo de religión sin que nadie nos señale por ello.

Elegir obliga –o debería obligar en buena lógica- a reflexionar sobre ventajas e inconvenientes de la elección, y aunque sólo sea por esto el cristiano del nuevo siglo se verá obligado a buscar argumentos que justifiquen su elección, ante sí y ante los de su entorno. No le bastará decir que es cristiano porque lo fueron sus padres. Deberá echar mano de otros argumentos más convincentes, o sucumbirá ante la avalancha del ateísmo, de las sectas o de otras religiones. Esto es lo que nos quieren decir quienes piensa en el futuro del cristianismo. Nos avisan que tendremos que ser cristianos de otro corte, con más formación y más convencidos de las verdades de nuestra fe. Una religión de prácticas rutinarias está condenada a morir por inoperante para las sucesivas generaciones. Tenemos que transmitir valores, los valores de nuestra fe, pero ¿ya sabemos nosotros cuales son esos valores? ¿Nos hemos parado a reflexionar sobre ellos?

Llegamos así a los cristianos del nuevo siglo, esos que según el decir de los especialistas sólo lo serán si están plenamente convencidos de que su religión es mejor que cualquiera de la competencia. Parece claro que esta especie de cristianos por adhesión y sin argumentos lógicos y sólidos para defender su fe es una especie a extinguir. El cristianismo tendrá que volver a sus orígenes, no se si en sus prácticas, pero sí en sus convencimientos, actualizados éstos para hacerlos compatibles con los nuevos conocimientos científicos y tecnológicos para permitir su uso racional en tanto no ocasionen daños a la sociedad o a los individuos.

Ser cristiano convencido es tener la creencia firme de que Dios existe, -no de que algo debe haber en la otra vida- de que Cristo es Dios, y de que su doctrina es la mejor de las posibles. A este convencimiento podrá llegarse por tres vías o caminos: Por fiarnos de otros que consideremos dignos de crédito (especialmente la revelación y la credibilidad de la Iglesia), por contar con argumentos lógicos que convenzan a nuestra razón, (lo que exige tiempo y esfuerzo para encontrarlos), o por haber vivido experiencias personales que así nos lo hagan ver. Toda religión tiene misterios –es misterio- por lo que no podemos aspirar a comprenderla. No es un problema a resolver con la inteligencia, porque ésta no podrá desentrañar esos misterios, pero tampoco puede ser sólo un problema de sentimentalismos, porque éstos nos apartan con frecuencia del camino de la verdad y nos hacen caer en prácticas inútiles, cuando no irracionales y contrarios a toda lógica. Ser cristiano en el futuro requerirá, entre otras cosas, querer serlo y esfuerzo para serlo.


EN BROMA PERO EN SERIO

BOLETIN NUM. 62 CURSO 2002/2003

Después de haber leído y meditado los serios y sabios consejos de nuestro Consiliario y de nuestra Presidenta, creo no vendrán mal algunas reflexiones en plan más distendido. Las tomo de los cuentos del jesuita Anthony de Melo, en su libro El Canto del Pájaro.


EL DIABLO Y SU AMIGO

En cierta ocasión salió el diablo a pasear con un amigo. De pronto vieron ante ellos a un hombre que estaba inclinado sobre el suelo tratando de recoger algo. ¿Qué busca ese hombre?, le preguntó el amigo al diablo. Busca un trozo de Verdad, respondió el diablo. ¿Y eso no te inquieta?, volvió a preguntar el amigo. Ni lo más mínimo, respondió el diablo. Le permitiré que haga de ello una creencia religiosa.

Una creencia religiosa, -dice de Melo- es como un poste indicador que señala el camino hacia la verdad. Pero las personas que se obstinan en adherirse al indicador se ven impedidas de avanzar hacia la Verdad, porque tienen la falsa sensación de que ya la poseen.


POR QUÉ MUEREN LAS PERSONAS

El predicador de la aldea se hallaba visitando la casa de un anciano feligrés y, mientras tomaba café , respondía las preguntas que la abuela no dejaba de hacerle. ¿Por qué el Señor nos envía epidemias tan a menudo?, preguntaba la anciana. Bien, respondió el predicador, a veces hay personas tan malas que es preciso eliminarlas, y por ello el Señor permite las epidemias. Pero, objetó la abuela, entonces ¿por qué son eliminadas tantas buenas personas junto con las malas? Las buenas personas son llamadas como testigos, explicó el predicador. El Señor quiere que todas las almas tengan un juicio justo.

No hay nada para lo que el creyente ignorante no encuentre explicación.


HUESOS PARA PROBAR NUESTRA FE

Era un cristiano que creía que la Biblia es literalmente verdadera, y fue abordado por un no creyente que le dijo: “Según la Biblia la tierra fue creada hace cinco mil años aproximadamente, pero se han descubierto huesos que demuestran que la vida ha existido en este planeta durante centenares de miles de años”. La respuesta no se hizo esperar: “Cuando Dios creó la tierra, hace cinco mil años, puso a propósito esos huesos en la tierra para comprobar si daríamos más crédito a las afirmaciones de los científicos que a su sagrada Palabra”.

No hay nada que más perjudique el camino de la verdad que creer que ya la tenemos.

Nuestro comentario: Profundicemos en lo que son verdades esenciales de nuestra fe, y distingámoslas de lo que son nuestras propias creencias, que con frecuencia no son más que eso, creencias nuestras que distorsionan las verdades que enseña la Iglesia.


REFLEXIONES ANTE EL NUEVO CURSO

BOLETIN NUM. 63 CURSO 2003/2004

Siempre se estrena con ilusión un nuevo curso, y es importante empezarlo bien. Por eso es costumbre en nuestro país empezarlo en todas las Universidades con una misa al Espíritu Santo pidiendo su protección. Nosotros, como Movimiento Católico estamos doblemente obligados a invocar esta protección para el curso que iniciamos, y de ahí que lo hagamos con una eucaristía pidiendo vuestra asistencia a ella. Pero no sólo es importante iniciarlo bien, lo verdaderamente importante es terminarlo habiéndolo aprovechado bien, y esto no ocurrirá sin nuestra colaboración. El fruto que saquemos dependerá de lo que hagamos nosotros, no de lo que hagan los otros, y esto deberemos tenerlo presente a lo largo de todo el año.

En este comienzo de curso yo pongo a vuestra consideración dos reflexiones que quiero hacer en voz alta. Una la hago como miembro de la Comisión directiva, y la otra a título personal, como compañero de viaje en este caminar hacia Dios. La primera es en relación con el envejecimiento de nuestro Movimiento. Se está envejeciendo, y no es por el paso de los años, ni porque sus miembros seamos más viejos. Las personas envejecemos con los años, pero los Movimientos no tienen cuerpo, y si envejecen es porque envejecen las ideas. Lo natural en Vida Ascendente debería ser que a más años más desarrollo, más vitalidad, y no más envejecimiento.¿Cómo conseguir más vitalidad? Dando nueva savia a las ideas, y para esto nada mejor que ir sustituyendo a las personas que durante tiempo y tiempo están en la dirección. A personas nuevas –aunque sean viejas- ideas nuevas. Y esto vale también para los animadores que lleváis mucho tiempo cumpliendo esta misión. Hago esta reflexión porque en Noviembre de este año toca renovación de cargos en la Comisión directiva. Algunos podrán ser reelegidos, pero otros deberán ser sustituidos. Para hacer esta renovación necesitamos la colaboración de todos. Desde la Comisión no podemos hacerla si vosotros no colaboráis proponiendo nombres y poniéndoos personalmente a disposición del Movimiento. Para ser miembro de la Comisión directiva, o animador de grupo, se requiere más voluntad que conocimientos especiales, y voluntad es lo que notamos que falta en muchos de los que tenéis conocimientos sobrados para desarrollar estos puestos. No esperéis a que os proponga nadie, ofreceros vosotros mismos. Cuatro años en el cargo pasan pronto, y habréis prestado un buen servicio al movimiento y a vosotros mismos. Sed generosos, tanto para prestar vuestros servicios, como para dar paso a otros que estén dispuestos a trabajar.

La segunda consideración que quiero haceros a título personal es que preparéis las reuniones en casa. El mayor fruto de las reuniones no es el que se obtiene de lo que se “saca” de la reunión escuchando a otros, sino de lo que se “mete” en nuestra mente cuando nos preparamos para expresar públicamente nuestras ideas. No os perdáis esta riqueza. He visto que en algunos grupos la forma de celebrar las reuniones es leer la lección que toque de las que vienen en el libro, y luego cada cual dice lo que le parece, sin ninguna preparación previa. Así sólo pueden decirse vaguedades –o barbaridades, que es peor- sin ninguna utilidad. A las reuniones no hay que ir sólo, ni principalmente, para recordar los consejos de Cristo o de la Iglesia. Deben servirnos para estimularnos a hacer lo que se dice en esos consejos. ¿De que nos vale tener muchos conocimientos sobre Cristo y su Iglesia si nuestras obras no van en esa dirección?.Que cuando acabe el nuevo curso que ahora comenzamos estemos todos un poco más cerca de Dios. Este es mi principal deseo, y os invito a trabajar todo el año por hacerlo realidad.


CUENTECILLO DE ADVIENTO MARÍA Y JOSÉ

BOLETIN NUM. 64 CURSO 2003/2004

Estamos en tiempo de adviento, tiempo de espera de la venida del Señor. ¿Y cómo sería el primer adviento, el que celebraron María y José esperando la venida de su hijo? ¿Y cómo sería la primera nochebuena? Un abuelo viejo se lo contaba así a sus nietecillos:

En un país lejano existe un bonito pueblo de casas blancas llamado Nazaret. En el centro del pueblo hay una fuente, que hoy se llama de la Virgen María. A esta fuente acudían los caravaneros a suministrarse de agua cuando pasaban por allí, y también acudían a ella las mocitas del pueblo que iban con sus cantaros a la cabeza a buscar agua para sus casas. Entre éstas iba también una de unos catorce o quince años que se llamaba María, y que vivía en una casucha excavada en la falda de la montaña. Esta era la que le gustaba a José, el carpintero, y como en aquellas tierras eran los padres quienes buscaban las novias a sus hijos, José habló con el suyo y le dijo que le buscase de novia a Maria, que era la que le gustaba.

Entonces un día el padre de José se encontró con Joaquín, el padre de María, y le dijo: ¿que te parece si casamos a los muchachos?. Bueno, dijo Joaquín, pásate por casa, y allí hablamos, que hablando es como se entiende la gente. Y fue así como a los pocos días se juntaron las dos familias y acordaron desposarlos. El desposorio entre los judíos viene a surtir efectos muy parecidos a los de la boda, ya que desde ese momento la novia se convierte en esposa del novio.

Estando en esta situación de desposados, pero sin haberse casado todavía, un día se le apareció un ángel a María y le dijo: María, vas a tener un hijo. Ésta se puso colorada como un tomate, y le contestó: No, eso no puede ser, porque mi esposo y yo no hemos hablado de estas cosas. A lo que el ángel replicó: No, si tu esposo no va a ser el papá del niño, va a ser Dios quien se encargue de hacerlo nacer. María miró al ángel con gesto de extrañeza y dijo: Bueno, si Dios lo quiere así, hágase su voluntad. Entonces Gabriel, el ángel, le dijo: Bendita tu eres entre todas las mujeres, y se volvió al cielo muy contento al ver que María había aceptado ser la madre del Hijo de Dios. María, por el contrario, se quedó como atontada, sin saber que es lo que estaba pasando, y se asustó muchísimo pensando que José, su esposo, no sabía nada de aquello. ¿Qué pensaría cuando se enterase?

Estando en estos pensamientos le dijeron que su prima Isabel, que vivía en otro pueblo, iba a tener un hijo, y le pidió permiso a José para ir a echarle una mano a su prima. José, que quería complacerla en todo, le dio el permiso, pero sin saber que también María estaba en cinta. Estando María con su prima, veía como su tripita iba creciendo y ya no podía ocultarlo, y temiendo que José se enterase por otros de que estaba embarazada decidió volver a Nazaret. José se puso muy contento al saber que había vuelto, y fue a visitarla a casa de sus padres, pero menuda sorpresa se llevó cuando la vio en cinta. ¿Qué ha pasado aquí, preguntaba? Y nadie le decía nada. Y entonces se marchó muy disgustado para su taller de carpintero. Aquella noche no pudo dormir. ¿Qué debo hacer, se decía?. Si la denuncio, como manda la Ley, la despeñarán por el barranco, o la apedrearán hasta que muera, y si no la denuncio me castigarán a mí por encubridor del adulterio. Y así, sumido en la desesperación, se quedó dormido, y mientras dormía Dios le hizo saber que el hijo de María era cosa de Dios, y que su esposa no le era infiel.

Al despertar de aquel sueño volvió a visitar a María, y cuando se encontraron se miraron frente a frente con amor, y María comprendió que su esposo ya estaba también en el secreto de aquel embarazo. Dios, que había creado el problema, se había encargado de resolverlo. Y José, ya contento, empezó a hacer la cunita del niño, y María los pañales, y los dos vivían felices esperando la llegada del Niño Dios, y así fue como entre sobresaltos y alegrías celebraban los dos el primer Adviento de todos los cristianos.

Pero ocurrió que un día, de repente, le surgió un viaje a Belén. Cuando llegaron cansados a este pueblecito buscaron posada, pero no encontraron ninguna al alcance de sus bolsillos, por lo que decidieron ir a dormir debajo del puente. Pero Dios no quería eso, e hizo que se encontrasen con unos pastores muy buenos que al ver a María en cinta le ofrecieron quedarse en el establo con sus ovejas. Cuando José y María entraron en el establo y sintieron aquel calorcito procedente del aliento de los animales dieron gracias a Dios y a los pastores por permitirles dormir bajo techo en una noche tan fría como aquella. Y sin más extendieron una manta en el suelo y se acostaron. Todavía estaban en el primer sueño, cuando María dio un codazo a su esposo y le dijo: José, que viene el niño. Será una falsa alarma, mujer, le contesta éste medio dormido. ¿Cómo va a nacer en un establo el Niño Dios? Y dándose media vuelta intentó conciliar el sueño de nuevo. Pero no había pasado un cuarto de hora cuando María vuelve a despertarlo diciendo: José, que sí, que sí, que viene el niño, levántate y prepara agua caliente. José se levantó enseguida, sacó una cazuela de las alforjas, y se salió del establo, porque le ley judía prohíbe que los padres estén en la misma habitación donde está naciendo su hijo. Fuera, en el campo, puso lumbre, y cuando se disponía a calentar el agua para lavar al niño, oyó que María le decía: Ven, ven, ya verás que niño nos ha nacido. Y alumbrando con el farol lo llevó hasta el pesebre donde lo había puesto envuelto en los pañales que ella misma le había hecho. María y José se quedaron embobados mirando al recién nacido, y cuando salieron de su arrobo se dieron un beso, y oyeron unos cánticos que decían: ¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad!, y vieron que los pastores entraban en el establo para adorar al Hijo de Dios.

Y así fue como se celebró la primera Navidad: sin cena, sin champán, sin turrones, y sin regalos para nadie, pero con mucha alegría en todos los corazones. Y colorín colorado con la llegada del Niño Dios, el Adviento y la Navidad se han acabado.


UNIDOS A NUESTROS SANTOS PATRONOS SIMEON Y ANA

BOLETIN NUM. 65 CURSO 2003/2004

Celebramos estos días -el 2 de Febrero concretamente- la festividad de nuestros patronos, Simeón y Ana la Profetisa, dos vejetes simpáticos que vivían hace dos mil años en Jerusalén, y que su recuerdo llega hasta nosotros por dos cosas: una porque tenían una gran fe en que vendría el Salvador de Israel y otra porque tenían una gran esperanza de que ellos lo verían. De Simeón dice Lucas en 2, 25: “Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel, (al Mesías que liberaría a Israel), y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor “. ¿Y a este Simeón nos lo ponen como ejemplo de fe y de esperanza?. Si estaba lleno del Espíritu Santo, y éste le había revelado que vería al Cristo del Señor, ¿dónde está el mérito de su fe? Así yo también soy capaz de creer hasta que el demonio abanica en el infierno con su rabo a los condenados para que no pasen calor.

Y de Ana, ¿qué sabemos? Lucas nos dice de ella que estaba casada, pero que se quedó viuda a los siete años de casada, y que vivió en ese estado hasta los ochenta y cuatro, sirviendo a Dios noche y día a las puertas del Templo mediante ayunos y oraciones. Dice también Lucas que era “profetisa”. ¿Y qué era eso?. ¿Sería como nuestras echadoras de cartas, o como los adivinos a los que acudían los gobernantes para averiguar a través de las entrañas de los animales cuando era tiempo propicio para empezar una batalla o terminar una guerra? El biblista, que no el Evangelista, nos dice en una nota a pie de página que era una mujer consagrada a Dios e intérprete de sus designios. ¡Claro! Ya decía yo que para estar tan segura de que vería al Cristo antes de morir algo raro tenía que haber. Si su profesión era interpretar los designios de Dios sería porque Dios se los revelaba, y si era Dios quien le decía estas cosas ¿qué mérito tiene el creerlo?

¡Pues vaya unos patronos que nos han puesto! Que venga Dios a decirnos las cosas que nos cuentan los curas y verás como también tenemos fe. Si pensamos así, malo, malo, malo. Mal andan nuestras relaciones con Dios si no somos capaces de descubrir que también nos cuenta cosas a nosotros. ¿O a lo peor no nos las cuenta porque no hablamos con Él, o porque no lo escuchamos. ¿No vino Cristo al mundo a contarnos cosas? ¿Acaso Cristo es menos creíble que el Espíritu?. Cristo dijo que había otra vida después de ésta, donde unos recibirían premio y otros castigo según sus comportamientos, pero mucha gente hoy niega esto, y hasta muchos de los suyos lo ponen en duda. ¿Un infierno eterno ..? Qué horror y qué injusto dicen unos. ¿Un cielo eterno? Qué aburrido, dicen otros en son de guasa. Pero pocos se toman en serio lo del cielo y lo del infierno, y luego pasa lo que pasa: que nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad son enfermizas o carecemos de ellas.

Fe, Esperanza y Caridad viene a decirnos el Papa que son como tres hermanas; dos de ellas parecen las mayores, son como las que llevan la riendas de la casa; estas son la fe y la caridad; la esperanza es como la hermana menor, la que pasa como más inadvertida, y sin embargo –dice el Papa- es la que tira de las otras dos. Por la fe tenemos conocimiento de que hay otra vida después de esta, ¿pero de qué nos vale este conocimiento si nos quedamos en simple conocimiento?. La fe sólo es útil si nos mueve a obrar. La fe sin obras es obra muerta, nos dirá San Pablo. ¿Y qué es lo que nos mueve a obrar? La esperanza de que llegaremos a esa vida eterna. Igual ocurre con la caridad, que es el reflejo de la fe y de la esperanza. Porque creemos que hay vida eterna y tenemos la esperanza de llegar a ella, practicamos la caridad, que es la nos permite vivir satisfechos en esta vida y con la esperanza de vivir una vida eterna plena de felicidad. . Fe, esperanza y caridad son las virtudes que llamamos teologales porque las tres nos llevan a Dios, pero no por separado, sino conjuntamente. Cada una de ellas por sí sola no nos lleva a Dios. Nuestros santos patronos practicaron las tres. Fueron grandes en la fe porque creyeron a Dios cuando prometía el Mesías; fueron grandes en la esperanza porque supieron mantenerla hasta su vejez, y practicaron la caridad día a día según los evangelistas. Ya vimos como Lucas nos dice que Simeón era un hombre justo y piadoso, y que Ana servía Dios noche y día a las puertas del Templo. De ellos debemos imitar estas tres virtudes que nos serán útiles en la tierra y en el cielo.

Hace unos días paseando por la calle vi a las puertas de un teatro una larga fila de personas que aguantaban estoicamente el gélido frío de una tarde invernal. ¿Cómo serán capaces –pensaba yo- de aguantar este frío hasta que le toque el turno en la taquilla? La respuesta es sencilla. Tenían la creencia –la fe- de que la obra les haría disfrutar una rato agradable en un ambiente confortable, y tenían la esperanza de que habría entradas para ellos. Así es nuestro caminar por la tierra. Desde que llegamos a la vida nos ponen en la cola de la muerte, que inexorablemente va dando un pasito hacia delante cada día que pasa, y tenemos que capear el temporal de la vida, a veces bueno a veces malo, hasta que nos toque el turno de pasar por la taquilla. No sabemos qué lugar ocupamos en esa fatídica fila. Por lógica los jóvenes piensan que tardarán en llegar a recoger su entrada, pero aquí la lógica sólo existe relativamente. También por lógica, y más por evidencia diaria, los viejos sabemos que ya estamos en la cabeza de esa fila, aunque no sabemos si el tiempo de espera se alargará unas horas, unos días o unos pocos años. ¿Qué puede llevarnos a soportar con alegría la espera en esa terrorífica fila?. La fe de que al final hay otra vida mejor, y la esperanza de que nosotros podemos disfrutarla. ¿Os imagináis la desesperación que tendríamos si supiéramos con seguridad que al morir íbamos a vivir para siempre una vida llena de sufrimiento? ¡Qué terrible resultaría la hora de la muerte en estas circunstancias! Afortunadamente tenemos la seguridad por la fe, y la esperanza por la promesa de Dios, de que si practicamos la caridad -amor a Dios y al prójimo como a nosotros mismos- disfrutaremos de una vida satisfactoria en la tierra, porque practicar la virtud da satisfacciones, y una vida inmensamente feliz al traspasar el muro de la muerte. Esta fe y esta esperanza son las que hacían exclamar a Teresa de Jesús:

Carrera muy larga Es la de este suelo; Morada penosa Muy duro destierro. ¡Oh Dueño adorado, sácame de aquí! Ansiosa de verte, Deseo morir.

Que nuestros santos patronos, con todos los demás santos que en el mundo han sido, y son, nos sirvan de estímulo para aumentar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad a fin de hacernos más llevadera la estancia en esta cola de la muerte, y que al final de nuestro tiempo podamos disfrutar de esa vida feliz que esperamos.


REFLEXIONES PARA LA SEMANA SANTA

BOLETIN NUM. 66 CURSO 2003/2004

Dentro de unas semanas nos encontraremos un año más en Semana Santa. ¡Cuantas llevamos ya los viejos a nuestras espaldas! ¿Nos han sido de alguna utilidad? Sin duda que sí, que ellas han contribuido a mantener viva nuestra fe y nuestra esperanza en ese Cristo o Virgen de nuestra devoción, y más si esta devoción se concreta en alguna de las imágenes que procesionan estos días. Ver desfilar nuestras imágenes por las calles de la ciudad en medio de un gran gentío nos produce cierto sentimiento de satisfacción al ver que no estamos solos en estas devociones. Transcurren las semanas santas encerrados varias horas en las iglesias celebrando los diferentes cultos que rememoran la pasión de Cristo, aburriéndonos unas veces por su larga duración, entreteniéndonos otras por la novedad de su liturgia, o meditando sobre los acontecimientos acaecidos hace dos mil años. ¡Dos mil años!. ¿qué lejos nos pilla ya eso, verdad?. Y después de tanta celebración ¿qué? ¿Hemos comprendido algo mejor el misterio de la muerte y de la resurrección Cristo? Porque si la semana santa no nos sirve para esto me temo que tanta representación escénica nos servirá para muy poco. El valor de la vida, muerte y resurrección de Cristo, por ser misterios, no llegaremos a comprenderlos en su plenitud mientras estemos en la tierra, pero nuestro conocimiento sí puede descubrir cada vez más la gran riqueza que esos misterios encierra. En esto de las verdades escatológicas nos ocurre lo que a los científicos en su trabajo: Nunca llegarán a descubrir todo, pero cuanto más trabajan más verdades descubren. Los cristianos tampoco podremos descubrir todos los misterios de nuestra fe, pero cuanto más busquemos la verdad más verdades descubriremos y más satisfacciones iremos percibiendo por ello. Por el contrario, cuanto más nos despreocupamos de la religión más cosas ignoramos y más tediosa se nos harán sus prácticas.

¿Y para qué vale profundizar en éstas verdades?. Para mantener viva nuestra fe, nuestra esperanza y nuestras caridad, virtudes que nos acercan a Dios y a los hombres haciéndonos más divinos, más humanos y más felices. La Semana Santa nos brinda una buena ocasión para reflexionar y profundizar en estos misterios. Cuando el Viernes Santo celebremos la muerte de Cristo podremos preguntarnos por qué tuvo que morir. La respuesta no la encontraremos hasta el Domingo de Resurrección. Tuvo que morir porque tenía que resucitar para demostrar a los hombres que Dios existe, que hay otra vida después de ésta y que Él es el Hijo de Dios. La resurrección de Cristo es el hecho más grande que puede haber ocurrido en la humanidad en torno a desvelarnos los misterios del más allá. Sin la resurrección podría dudarse de la existencia de Dios y de otra vida después de ésta, pero después de la resurrección ya no es lo mismo porque hay “pruebas” de que Dios y la otra vida son una realidad, no una fantasía. No se puede regresar de otra vida si esa vida no existe, y no se puede regresar con una naturaleza diferente a la que tenemos los hombres en la tierra si esa naturaleza no existiera. ¿Resucitó de verdad Cristo con otra naturaleza diferente a la que antes había tenido en la tierra?

El quiera saber algo sobre Dios y el más allá tendrá que empezar por estudiar este fenómeno de la muerte y resurrección de Cristo. A ello se nos invita de una forma especial en la Semana Santa, y sobre todo el domingo de Resurrección.


LA FIESTA DE PENTECOSTÉS

BOLETIN NUM. 67 CURSO 2003/2004

Cuando salga este número habremos celebrado, o estaremos próximos a celebrar, Pentecostés. Pentecostés es una palabra griega que significa quincuagésimo, es decir, el último elemento de una serie de cincuenta. En el cristianismo se designa con este nombre a la fiesta que se celebra cincuenta días después de la Pascua, pero ya los judíos celebraban desde mucho antes esta fiesta. En el Antiguo Testamento se habla de ella en el Éxodo (23-16) y en el Deuteronomio ( 16,16). Se llamó la fiesta de las semanas, porque se celebraba siete semanas después de la fiesta de los ácimos o Pascua, y también la fiesta de las primicias de la cosecha, porque en ella se ofrecían las primicias de lo que se había sembrado en el campo. Con el tiempo, y tras la destrucción del Templo, -año 70 de nuestra era- los judíos celebran esta fiesta para conmemorar la entrega de la Ley dada por Dios a Moisés en el Sinaí.

El Pentecostés de los cristianos

Empieza con la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles. En Hechos (2,1-14) se dice que fue así: Al llegar el día de Pentecostés –del Pentecostés que celebraban los judíos- estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se le aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; se llenaron todos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en diversas lenguas según el Espíritu les concedía expresarse”.

¿Ocurrieron los hechos tal y como se cuentan aquí, o requiere este texto –como otros muchos de las Sagradas Escrituras- alguna interpretación que se nos escape al común de los mortales?. En qué quedamos, ¿el Espíritu Santo tiene forma corporal como de paloma, como dice Lucas en el bautismo de Jesús, o tiene forma de lengua de fuego como se dice en el texto que acabamos de citar?. ¿Es cierto que a partir de este momento los apóstoles ya podían hablar y entender toda clase de lenguas?. ¿Qué dones recibieron los apóstoles en Pentecostés? La asistencia del Espíritu Santo ¿se les dio sólo a los apóstoles o se extiende también a la Iglesia de todos los tiempos?. Muchas preguntas cabe hacerse respecto a qué es y como actúa el Espíritu Santo.

Contestando a algunas de ellas creo que podemos decir que:

a) En todo hecho sobrenatural ocurren cosas que sobrepasan la comprensión del entendimiento humano, y si queremos explicarlos tenemos que hacerlo a base de suposiciones. Esto ocurre en este caso: ¿En que consistió el don de lenguas, en que los apóstoles hablaban diferentes lenguas, en que hablaban en su lengua y los oyentes entendía en la suya propia, o en que los apóstoles hablaban una lengua extraña que todos entendían? Las tres interpretaciones se han dado a este hecho. Lo cierto es que el don de lenguas se dio, que los apóstoles hablaban y la gente de diversas lenguas entendían lo que decían, y esto facilitó enormemente la extensión del Evangelio en aquellos primeros tiempos. Pero parece que este don no fue permanente, pues Pablo y Bernabé tuvieron dificultades para hacerse entender con los licaonios. (Hch 14,11-18)

b) Con la venida del Espíritu Santo los apóstoles recibieron además de el don de fortaleza y el de la sabiduría, el don de hacer prodigios. Sin estos dones el cristianismo no hubiera podido extenderse. Nadie en su sano juicio podría creer una historia tan absurda como la que los apóstoles contaban: Que un condenado a morir en cruz por los romanos y por los judíos había resucitado después de estar enterrado tres días. ¿Alguien había visto cosa semejante? Con el Espíritu Santo los apóstoles perdieron el miedo que tenían a ser perseguidos y el temor de hablar en público, y se convirtieron en predicadores con autoridad respecto a la doctrina que el Maestro le había enseñado y al significado de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. El don de hacer curaciones lo recibieron para dar testimonio de que su doctrina era verdadera. Con estos dones fueron dotados todos los primeros apóstoles, pero ¿son transmitidos estos dones a toda la Iglesia o se extinguieron con ellos? Es evidente que los apóstoles de la Iglesia de hoy no tienen el don de lenguas, aunque algunos, como el Papa actual, hablen muchos idiomas. Pero también parece evidente que muchos sí siguen teniendo el don de fortaleza que se necesita para confesar y predicar la doctrina de Cristo aún en las circunstancias más adversas. Por la Historia sabemos que ha habido multitud de mártires en todos los tiempos, y los sigue habiendo en . la actualidad. ¿Sigue teniendo la Iglesia de hoy el don de curaciones para testimoniar su doctrina, como lo tuvieron los apóstoles?. Si creemos en los testimonios de curaciones que se acompañan a los expedientes para elevar a los santos a los altares –testimonios que han superado las pruebas lógicas y razonables para ser tenidos por ciertos- tendremos que creer que ese don persiste hoy en la Iglesia, aunque estos hechos no sean tan frecuentes ni tan espectaculares como los de los tiempos del cristianismo. Por esto, y porque Cristo dijo que estaría con la Iglesia hasta el final de los tiempos, ésta confiesa que los dones del Espíritu han quedado como algo permanente entre nosotros. La Iglesia recibe continuamente al Espíritu Santo que la congrega en la unidad, suscita los carismas, habita en los creyentes, llevándolos a confesar a Cristo y a alabar al Padre, puesto que “nadie puede decir Jesus es el Señor sino movido por el Espíritu Santo “ (1 Co, 12,3).

Misión del Espíritu Santo. No Podemos olvidar que es la Tercera Persona de nuestro Dios, y que está en el mismo plano que el Padre y el Hijo. Muchos se dicen: .¿Si tenemos ya un Dios Padre y un Dios Hijo, y además nos son dos dioses, sino uno sólo, ¿para qué queremos complicarlo más añadiendo un tercero?. Es preciso recordar que a Dios no lo hemos creado los hombres. Sabemos que existen las tres personas porque así nos ha sido revelado por Cristo: Sabemos que existe el Padre porque Él lo invocaba constantemente. Sabemos que existe Él –el Hijo- porque en su paso por la Tierra demostró su procedencia divina, y sabemos que existe el Espíritu Santo –el Paráclito, el defensor, el protector, el consolador- porque Cristo prometió a los apóstoles su envío, y éstos vieron cumplida esa promesa el día de Pentecostés. Tenemos así al Dios Padre creador de todos nosotros, al Hijo que nos redimió y el Espíritu Santo “encargado” de ayudar a los que predican la Buena Nueva para que llegue a todos los hombres. Esto es lo que hizo con los apóstoles. Los ayudó infundiendo en ellos los dones que el Profeta Isaías atribuye al Espíritu Santo: “Y sobre Él –se refiere a Cristo,- descenderá el Espíritu de Dios, el espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y de fuerza, el espíritu de conocimiento de y de piedad, y le llenará el espíritu de temor de Dios”. Estos fueron los efectos que produjo también el Espíritu santo sobre los apóstoles, y los que la Iglesia confiesa que produce en todos aquellos que lo reciben

Si queremos la sabiduría que da la fe, esa que tanto ansiaba Salomón en sus Proverbios y en el Libro de la Sabiduría, pidámosla al Espíritu Santo y él nos la dará junto con la fuerza necesaria para ser fieles a ella, como lo fueron los apóstoles hasta el final de sus días.