Al hilo del año sinodal y de la búsqueda de la verdad


Estamos en el año sinodal en el que se nos piden sugerencias para mejorar nuestras actividades apostólicas, y hablando de esto se me ocurre pensar que también a nuestro Movimiento de V.A., y a muchos otros, podría venirle bien hacer un “sínodo” semejante a este. Yo estoy metido en movimientos religiosos desde hace setenta años; empecé en Acción Católica en Bilbao, después pasé al Movimiento Familiar Cristiano en Madrid, y ahora llevo en Vida Ascendente de Salamanca desde que se creó aquí este Movimiento.

En todo este tiempo no he visto cambios sustanciales en la forma de hacer apostolado, a pesar de los grandes cambios que se han producido en nuestra sociedad. Nuestros guiones de grupos de V.A. hoy son idénticos a los de hace treinta o cuarenta años. Estos guiones dieron muy buen resultado durante muchos años, porque por aquel entonces la religión estaba muy valorada, y se decía que aportaba grandes valores a la humanidad. La gente buscaba la religión y hasta se presumía de ser creyente como signo de honradez.

Hoy ocurre todo lo contrario, lejos de buscar la religión se rehúye, y se presume de no ser creyente, como un signo de hombre culto y liberado de creencias ancestrales propias de gente sin cultura. De Dios se dice que no existe, que todo lo creado es fruto de la naturaleza y del evolucionismo. De la Iglesia se dice que ha sido productora de grandes males a la sociedad con sus interminables guerras religiosas, o quemando personas vivas como hacía en la Inquisición; y de nosotros, de los creyentes, se dice que somos gente ignorante que vamos contra la ciencia y el progreso, y que creemos sin tener pruebas de nuestra fe.

Estas ideas propagadas por los medios de comunicación y el ambiente social son hoy ampliamente compartidas por gran número de personas de muestra sociedad, especialmente por la juventud (nuestros nietos y quizá nuestros propios hijos). Las encuestas del CIS ya reflejan que hoy son más los que no practican religión que los que la practicamos, ¿Y qué hacemos nosotros para defender nuestra fe? Seguir con nuestras rutinas de siempre como si nada hubiera cambiado.

No podemos seguir adelante como hasta ahora, decía Benedicto XVI en Luz del Mundo. Es preciso dar razones de nuestra fe, porque es creíble y razonable. Y el gran teólogo alemán, Karl Rahner, incide en esta idea de cambio diciendo que el principal y más urgente problema de la iglesia de nuestro tiempo “es su mediocridad, es seguir tirando con tedio y resignación por los caminos habituales de la mediocridad espiritual”.

La gente de hoy tiene mala imagen de Dios, de la Iglesia y de nosotros mismos, y o limpiamos esta mala imagen o no iremos a ninguna parte. Y esta limpieza no se hará metidos en las iglesias, porque cada vez son menos los que van a ellas. Hoy no basta con un apostolado de acompañamiento en las prácticas religiosas. Este tipo de apostolado puede ser bueno para los que ya estamos dentro del Movimiento, pero hoy son más los que están fuera, y estos son precisamente los que más necesitan el apostolado. Quizá para estos haya que pensar en algún tipo de apostolado que los motive a buscar a Dios, que si ellos lo buscan ya se encargará Dios de encontrarlos.

Quizá también podría pensarse en el apostolado de la confrontación de creencias poniendo frente a frente nuestras creencias con las suyas. Explicarles que creemos y que razones tenemos para creer eso. Y que ellos nos expliquen que creen y por lo creen. Da la sensación de que en esta confrontación tenemos miedo a la derrota y eso es porque no nos vemos reparados para la victoria.

Si seguimos como hasta ahora y no defendemos públicamente nuestra fe corremos el riesgo de que acaben marginándonos por creernos ignorantes y necios.


LA BUSQUEDA DE LA VERDAD SOBRE DIOS

La verdad es la coincidencia entre una afirmación y los hechos, o la realidad a la que dicha afirmación se refiere. Hay algunas verdades subjetivas, pero mayor parte son de tipo objetivo . No hay mi verdad y tu verdad cuando los dos afirmamos cosas contrarios . Si yo digo que hay Dios y la realidad es que Dios existe te, estoy en la verdad, y si tu dices lo contrario estás en el error. Generalmente cuando defendemos que hay dos verdades lo que queremos decir es que hay dos creencias, la tuya y la mía. Estamos confundiendo una verdad con una creencia y esto puede hacernos cometer un grave error tomando por verdad lo que lo es una creencia.

En casos como este en los que no podemos conocer la realidad nos convendrá investigar los fundamentos de nuestras creencias para ver si estamos más cerca de la verdad o del error.

Comprendo que a muchos mayores de Vida Ascendente puedan parecerle innecesarios estos comentarios porque ellos ya “saben” que Dios existe, pero olvidan que si queremos hacer un apostolado eficaz no podemos pensar solo en lo que nos conviene a nosotros, deberemos pensar más en lo que necesitan aquellos a quienes queremos transmitir la fe. Los conocimientos de las nuevas generaciones son hoy muy distintos a los nuestros, y muchas de las explicaciones que a nosotros nos han valido para creer en Dios, hoy no le valen a nuestros nietos porque los ateos utilizan los nuevos conocimientos científicos para rebatir nuestras creencias poco fundamentadas. Para hacer apostolado hoy tendremos que empezar por limpiar las mentes de las toxicidades que el laicismo y el cientifismo reinante están metiendo en las cabezas de las nuevas generaciones. Sabemos que para encontrar a Dios hay que buscarlo, y si queremos que lo busquen los que no lo han encontrado tendremos que empezar por echarles una mano.

¿Por que unos encuentran a Dios y otros no? Un Imán (persona musulmana que dirige la oración de los musulmanes) lo explicaba así: Dios es como un señor que vive en un palacio muy grande donde hay muchas ventanas; unas están abiertas y otras cerradas. Los que miran por las ventas abiertas ven que dentro del palacio está Dios, y como lo ven dicen que Dios existe. Los que miran por las ventanas cerradas no ven a nadie y dicen que Dios no existe. Hay que empezar por buscar las ventanas abiertas porque mirando por las cerradas es imposible verlo. La llave que abre o cierra la ventana es la información que guardamos en nuestra cabeza. Quien rechaza de plano toda información que habla de Dios está cerrando la ventana por la está mirando y así es evidentemente que nunca lo va a encontrar.


¿Podemos conocer la existencia de Dios con solo nuestra inteligencia?

Esta es otra preguntan que muchos se hacen y hay respuestas para todos los gustos. Unos defienden que a Dios no podemos conocerlo con nuestra inteligencia porque es muy superior a nosotros y otros defienden que sí es posible conocerlo con nuestra sola razón. ¿Qué dice la Iglesia sobre esto? Dice que desde siempre, la Iglesia ha entendido que es posible que el ser humano pueda conocer a Dios “con certeza” mediante su propia inteligencia y sin necesidad de ninguna revelación divina. Esto es verdad de fe. El Concilio Vaticano afirma que «La misma Santa Madre Iglesia sostiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana partiendo de las cosas creadas».

Hay testimonios de varios casos que han llegado a conocer la existencia de Dios aplicando sus razonamientos; quizá el caso más comentado últimamente sea el de Antoy Flew, el filósofo ateo más prestigioso de finales del siglo pasado y principios de éste. Este ateo terminó pasándose al cristianismo y escribió su célebre libro titulado Dios existe. En él dice que ha llegado a esta conclusión con sus propios razonamientos, a la vista de la gran complejidad de los nuevos descubrimientos científicos en los que aparecen claros signos de inteligencia.

Con nuestro entendimiento solo podemos llegar a conocer su existencia, pero no su esencia, no cómo es Dios, no como es su sabiduría ni su poder porque lo que Dios es, rebasa en mucho lo que nuestro entendimiento es capaz de comprender.


¿COMO PODEMOS CONOCER A DIOS? Cristo dijo a sus discípulos: Si no me creéis a mi creed a mis obras. Solo hay una forma de conocer a Dios y a Cristo y es creyendo en ellos, bien por su palabra o por sus obras.

El evangelista San Juan en el número 10 nos cuenta que el día de la dedicación los judíos querían matar a Cristo por blasfemo (por decir que era Dios) pero Jesus les dijo: Como decís que blasfemo por haber dicho que yo soy hijo de Dios? Si no hago las obras de Dios no me creáis, pero si las hago aunque a mi no me creáis creed por las obras. Y así sabréis y conoceréis que Dios está en mi y yo en el Padre Ahí tenemos nosotros su obra cumbre: su resurrección. ¿Alguien puede dudar de que Cristo resucitó cuando los que vivieron con él dieron la vida en el martirio afirmando que ellos lo habían visto resucitado y habían hablado con él? No se ofrece la vida por defender una mentira, y aquí todos sus discípulos murieron defendiendo que ellos lo vieron resucitado .

¿Podemos decir, como sostienen los ateos, que San Pedro, o San Pablo, o el apóstol Santiago creyeron en Cristo sin tener pruebas de sus creencias?

Estos creyeron en la resurrección porque ellos lo vieron resucitado. ¿Qué más pruebas podían tener que la propia evidencia? Este es el fundamento de nuestra fe: Ellos creyeron porque vieron, y nosotros los creemos a ellos porque hay documentos fiables de que ellos dieron la vida por defender esta verdad.