TÍTULO: CRECIENDO EN EL AMOR

 Resumen de la conferencia de Don Braulio, Obispo de Salamanca
(Hoy Arzobispo de Toledo)


Queridos amigas y amigos:
¿Cómo es posible que se pueda hablar de crecer en el amor en personas que ya han cumplido los 65? ¿No parece una contra­dicción? Comprendo estas preguntas en una sociedad como la nuestra, que exalta un determinado tipo de amor, olvidando otras posibilidades, que tal vez no interesan.
Hoy la palabra amor, en castellano, parece expresar solamente el apego pasional o la unión carnal entre per­sonas. De tal manera que hemos llegado al simplismo de hablar de "hacer el amor" referido a la unión carnal entre el hombre y la mujer, sean o no esposos; o entre humanos del mismo sexo. ¿No existe otra manera de vivir y expresar el amor en el hombre y la mujer?
Es necesario quitar esa especie de losa que pesa sobre la palabra amor reduciéndolo a pura carnalidad. Sólo así podremos comprender lo que dice Jesucristo, a la pregunta que le hicieron :"¿Qué mandamiento es más importante en la ley?". "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu; ése es el man­damiento más importante y el primero. El segundo es parecido a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos manda­mientos se basa la ley y los profetas".
Lógicamente no os habéis asociado en Vida Ascendente para consolaros ante la llegada de los achaques. No, Vida Ascendente no es para eso sólo, aunque también debéis consolaros. Ser cristianos mayores asociados en Vida Ascendente es para vivir desde la fe el amor de Dios; y vivir desde la fe ese amor necesita apoyaturas, bastones, en todas las etapas de la vida. También cuando somos mayores. Sólo el amor supera las dificultades.
Todo hombre y toda mujer son llamados al amor de amistad y de entrega; y nos liberamos de la tendencia al egoísmo por el amor a los otros: en primer lugar a los padres o a quienes hacen sus veces, y, en definitiva, a Dios, de quien procede todo amor verdadero y en cuyo amor sólo el hombre descubre hasta qué punto es amado.
Aquí se encuentra la raíz de la fuerza educativa del cristia­nismo: "¡El hombre es amado por Dios! Éste es el simplicísimo y sorprendente anuncio del que la Iglesia es deudora respecto del hombre" (CFL; 34).
El amor no puede crecer en aislamiento. No es fácil ser persona de forma absolutamente individualista, y la prueba es el terror que tenemos a la soledad. No se puede tampoco ser cris­tianos a solas: es más difícil seguir al maestro Jesucristo solos, y además es falso. Vivir juntos la fe, como quiere Vida Ascendente, celebrar juntos la fe, asociarnos, ayuda ¡cómo no! a crecer en el amor. Asociados para vivir el amor.
Fijaos que la fe es, sí, un acto personal: la respuesta libre del hombre y la mujer a  la iniciativa de Dios que se revela. Pero la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer y amar solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro; debe transmitirla a otro. Nuestro amor a Jesús y a los hom­bres y mujeres que nos rodean nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe. Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer ni amar sin ser sostenido por la fe y el amor de otros/as, y por mi fe y amor yo contribuyo a sostener la fe y el amor de los otros.

Existen grupos y asociaciones que ofrecen a los mayores cultura, ocio, promoción, dinero y ayuda social, viajes etc.. Eso está muy bien, y en Vida Ascendente debéis comprometeros con acciones de esta índole, pero en Vida Ascendente encontraréis además:
• Una espiritualidad de resurrección, de un nuevo vivir. Como Abraham, Noé, Moisés reemprendiendo un camino nuevo, así el mayor vuelve a empezar, reelabora su persona y su vida, haciéndoos actores y protagonistas de vuestro propio destino.
•Una espiritualidad del amor. Así de claro y sencillo. Todo el que ama se robustece con la confianza de que tiene algo que dar. Vida Ascendente ha de convencer al mayor de lo que vale su don, y propiciar un ámbito donde el amor mane e inunde todo. Que brote entre vosotros la amistad. ¿Acaso sólo la niñez y la juventud son tiempos para la amistad?
•Una espiritualidad de la fecundidad. Corremos el riesgo en nuestra sociedad de hacer mucho por los mayores, pero sin contar con ellos, y eso no es bueno. Tenéis que empezar por estar convencidos de vuestra propia capacidad y riqueza, porque es verdad que tenéis capa­cidad de convencer a la sociedad con  vuestras vivencias y experiencias.
•Una espiritualidad de la trascendencia. No podéis silenciar esta dimensión de la trascendencia.  Olvidarla ha hecho mucho daño a los hombres y mujeres de este siglo. Tenéis que afrontar con libertad y valentía vivir una vida que viene de Dios y que se encamina a Dios que siempre es más grande que nosotros. .
Y no sólo eso. Vosotros, hermanos y hermanas mayores, sois un tesoro para la Iglesia. ¡Cuántas veces aliviáis a los padres jóvenes! Y no olvidéis que, a la hora de tratar los pro­blemas, los jóvenes –sean o no vuestros nietos– encuentran a menudo en vosotros más facilidad de acceso que en la generación de sus padres.
Y quiero terminar con unas palabras de Juan Pablo II pro­nunciadas por él en Vancouver (Canadá) en 1.984, todavía joven y hoy persona mayor de la que necesitamos su amor y su expe­riencia, su fe y su fortaleza apostólica:
"Sí, tenemos necesidad de vosotros y que nadie pretenda decir lo contrario.
Tenemos necesidad de vuestra experiencia y clarivi­dencia, de vuestro ejemplo de paciencia y confianza.
Tenemos necesidad de ver vuestro amor maduro, fruto de una vida transcurrida, a la vez, entre alegría y sufrimientos.
Y también tenemos necesidad de vuestra experiencia, que nos tranquilice en nuestros períodos de incertidumbre.
Vosotros podéis animar a otras vidas a vivir conforme a los valores más elevados del espíritu; valores que nos unen a los seres humanos de todos los tiempos y que no envejecen nunca".

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