¿ESTAMOS OBLIGADOS A CUMPLIR LAS LEYES QUE NO CONOCEMOS?

 

   Muchos viven muy satisfechos de la vida sin pensar en Dios ni en el diablo, y sin darse cuenta de que crean en Dios o no, si de verdad existe, tendrán que darle cuentas de su vida.  

Hace unos años, dando catequesis a un grupo de mayores en un pueblecito pequeño cerca de Salamanca, uno de los asistentes levantó  el brazo y dijo: Estoy pensando que no tiene cuenta asistir a estas clases, porque veo que la religión nos obliga a cumplir cosas que son imposibles, y si no las sabemos Dios no puede obligarnos a cumplirlas, porque la ignorancia de la ley no obliga a su cumplimiento. ¿Es esto verdad? No. Aquí hay dos medias verdades que son falsas afirmaciones. Una es que la religión nos obliga a cumplir imposibles, y la otra que la ignorancia de la ley no obliga a su cumplimiento. 

Es cierto que cumplir determinados preceptos de la religión exige a veces sacrificios y ser constantes en la oración,  pero Dios ayuda a quien quiere seguir sus preceptos, y con su ayuda todo es posible, y tiene su recompensa, no solo en la otra vida, también en esta, aunque no sea en forma de bienes temporales. Creer que estamos  en gracia de Dios es una fuente de satisfacción interna que compensa los sacrificios hechos. 

 La otra afirmacion, completamente falsa, es que la ignorancia de laLey exime de su cumplimiento.  Precisamente el aforismo jurídico ampliamente utilizado, dice todo lo contrario:  Ignorantia legis nenimen excusat, esto es, la ignorancia de la ley no excusa, (no exime) de su cumplimiento. No se puede alegar que no se conoce la ley para dejar de cumplirla. Si valiese esto todos diríamos que no la conocíamos, y la ley sería papel mojado. Ahora bien, para que la ley obligue tienen que darse tres condiciones: que sea dada por autoridad competente, que sea justa, y que sea debidamente publicada. 

Con esta introducción  podemos formular ya la siguiente pregunta: ¿Tenemos la obligación de saber y cumplir los mandamientos dados por Dios y ratificados por Cristo? Están dados por la autoridad competente (por Dios); son justos porque proceden de un Dios justo.  Pero ¿están debidamente publicados? Aquí tendremos que decir que en áreas donde ha llegado estos mandamientos sí están debidamente publicados, porque publicarlos (enseñarlos) es lo que hace la Iglesia. 

¿Y en sitios donde no ha llegado la Iglesia?  Aquellos a quienes no haya llegado el anuncio de la palabra de Dios, parece lógico que Dios no los obligue a cumplir lo que  le es imposible conocer. Caso distinto es el de aquellas personas que conviviendo en un medio donde sea anunciada la palabra de Dios la desconozcan, bien porque voluntariamente la hayan rechazado, o bien porque no han querido conocerla. Estos son culpables de haber despreciado la palabra de Dios, y Dios podrá exigirles  responsabilidades de los hechos culpables que se deriven de esta ignorancia. Se trata de una ignorancia culpable, y la ignorancia culpable no exime del cumplimiento de la ley. 

De los dicho se infiere la importancia que tiene para el hombre buscar la verdad en materia religiosa, porque si cae en el error por negligencia, esto es, por vivir despreocupado de este problema, será culpable de su error, y todo error culpable es merecedor de castigo. Por el contrario si busca la verdad con sinceridad, y a pesar de eso persiste en el error, será un error no culpable, y ese error no es merecedor de castigo porque no conlleva culpa alguna.

 ¿Quiénes están obligados moralmente a buscar la verdad sobre Dios?

 a)     Moralmente estamos  obligados a buscar la verdad sobre Dios  todos los que creemos que existe y que nos va a juzgar al final de nuestra  vida. Tenemos  la obligación moral de seguir buscando siempre qué es lo que  Dios quiere que hagamos en cada caso para mejor cumplir su voluntad.

b)    Por conveniencia propia les conviene buscar la verdad sobre la existencia de  Dios a todos aquellos que crean que Dios no existe. El que cree que Dios no existe es que no está seguro de que no exista, y si no está seguro de eso  tiene pensar  que puede existir, y si existe se va encontrar con él al final de su vida. ¿Que puede pasar si al final de su vida se encuentra con es Dios que él creía que no existía pero sí existe en realidad?   ¿Será una excusa decir que él creía que  no existía?  No olvidemos que la ignorancia de le Ley solo exime de su cumplimiento si no ha habido ocasión de conocerla. Si nuestra creencia es errónea por culpa nuestra, porque no hemos sido diligentes en buscar la verdad, este error en nuestra creencia  no nos servirá de disculpa, en todo caso será una agravante por nuestra negligencia.

c)     Finalmente estarán  dispensados de buscar la verdad sobre la existencia de Dios aquellos que tengan constancia real y efectiva de que Dios no existe, pero yo no creo que haya alguien en este mundo que tenga esa constatación de la no existencia de un Dios sabio, justo y poderoso que, bien en esta vida, o bien en la otra, premia el bien y castiga el mal.      

            

 

 

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